jueves, 4 de junio de 2015

CALEIDOSCOPIA DE FRANCISCO JAVIER GUERRERO





Caleidoscopia

Francisco Javier Guerrero

Ed. Adeshoras, 2014

97 pág

13 euros



Creo que fue cuando estudiaba Ciencias de la Información la primera vez que escuché la palabra intertextualidad. Lo hice de la voz de un prestigioso semiólogo, Miquel de Moragas. Muchos años después la volví a ver en la prensa. La palabra recordaba la habilidad en el plagio de ciertos escritores y denunciaba casos harto conocidos después. Nada que ver con lo que hablaba Miquel de Moragas. Ha vuelto a mi pensamiento dicha palabra de la mano de Francisco Javier Guerrero, en este caso no con el siniestro ejemplo del plagio periodístico, sino con el significado que el catedrático universitario utilizaba al hablar de diversas disciplinas.


Caledoscopia, el libro de Francisco Javier Guerrero es un mosaico de intertextualidades, quizá, como el mismo titula, es un calidoscopio –ese aparato que de niños nos hacían fabricar en clases de manualidades con trocitos de vidrio-. Pero no negaremos que el principal recurso, me atrevería a decir estilístico, que utiliza es la intertextualidad que es más o menos el camino, el sendero que el autor va trazando entre sus diversos relatos y microcuentos. A veces con una sugerente continuación de la historia, con una mención de un hecho que se repite, pero la más de las veces con una continuidad de los personajes que, como en una cola imaginaria, parecen darse la vez para proseguir la historia como ocurre con esos lectores que el Día del Libro acuden en tropel para leer uno detrás de otro el Quijote en voz alta. Y así se dan la vez Ángel Gaos, Olvido Gelmán, Salvador Ory, César, Mario, Abel Durán, Franz Kafka, Joaquin…  Me da que el autor ha tenido en cuenta algunos apellidos literarios –y no lo digo por Kafka- para proseguir este cúmulo de historias que se dan el imaginario turno.


Creo que por deformación profesional he acabado siguiendo más las pasarelas intertextuales que los propios argumentos y que, probablemente, estas palabras puedan influir en algún lector ávido de continuar los pasos y los senderos que el autor con mucho ingenio nos ha ido trazando, no solo con palabras y personajes, también con las ilustraciones de Raquel Boucher. Al final ha acabado siendo un ejercicio interesante y casi un reto porque me ha obligado a volver a leer el libro de nuevo. Probablemente debido a mis prejuicios como lector empecé la obra intentando separar los textos y resumir su contenido sin apercibirme de que  había trampa tras de ellos y obligándome a una segunda lectura. La segunda lectura me ha derivado por todas las pasarelas que he ido descubriendo y que casi prefiero no detallar más a fin de no romper el hechizo. El autor consigue que una narrativa aparentemente lineal esconda realmente una realidad fragmentada pero, a la vez, indivisible. Casi recomendaría al lector que se abstuviera de leer como si de una novela se tratase, que intentara experimentar, incluso, olvidando los argumentos. O, en definitiva, dejándose llevar por el propio texto que es lo que todo lector debe hacer aunque el autor nos acabe venciendo con sus pequeñas añagazas. Es Caleidoscopia un libro para empezar a leer de otro modo y a la vez para descubrir que las pequeñas historias contienen semillas que pueden germinar en grandes cosas. Sigamos pues entonces a Francisco Javier Guerrero en su aventura literaria.