miércoles, 24 de diciembre de 2014

EIDOLÓN 1. ARCADIA DESOLADA DE PEDRO JUAN GOMILA MARTORELL





Eidolón 1. Arcadia desolada
Pedro Juan Gomila Martorell
Ediciones La Lucerna, 2013,
99 pp
10 euros

No había leído nada de Pedro Juan Gomila Martorell (1967). Acojo pues este Edololón 1. Arcadia desolada de una forma virgen. Sin apenas leer me apercibo de que el suyo es un libro repleto de palabras. Y no es una evidencia, es más bien la extrañeza de recibir un libro maximalista. Que no huye de la descripción. Son las páginas del poemario  un continuo derramarse en, una cascada de palabras, de sentimientos, un recorrido vital que se reafirma verso a verso desde la temprana niñez a la edad adulta. Uno lee con atención y a veces se siente atosigado por tantas sensaciones, por tantas palabras y descripciones. Es como una constante crepitación. A veces ha de apartar la vista de la hoja de papel. Descansar un rato para volver, volver a la abrumadora evidencia de una vida de vaivenes, de no aceptación de la adolescencia, de hacerse poco a poco a la idea de lo que es uno, de su sexualidad, y en qué se va convirtiendo. Eso que de alguna forma, con mayor o menor desgracia nos pasa a todos.

El poeta se pregunta, constantemente se pregunta(p. 29):

“¿Quién señala mi frente con la letra
color escarlata de la Diferencia
y me tatúa con tinta en la muñeca
una serie numérica indeleble?

Otra de las características del poemario es su vocabulario. Hay una lucha por conseguir el vocablo preciso, por cuidar del lenguaje. No hay duda de que la poesía de Gomila Martorell bebe de las fuentes clásicas grecolatinas. Ya el mismo título nos da muestra de ello: Eidolón. Dice en el prólogo, José Luis Reina Segura, que un eidolón es un espectro, un fantasma, una copia de uno mismo (p.9). Esta palabra le sirve al autor para hablar de la propia asunción de sí mismo, de la aceptación de la personalidad. Es un proceso que se ve sobre todo en la primera parte cuando habla de la infancia y de la adolescencia.

Hablaba antes de la sensación que tenía al leer el libro de agolpamiento de emociones, de cascada. Aquí un ejemplo (p.25):

“¿qué me impide sepultar bajo el nutrido,
ventajoso, anonimato de las multitudes,
la estatura larga, el peso leve,
de este nombre mío que se rompe,
descompone en letras, dispersadas
por el soplo poderoso de unos vientos
que destruyen la ilusión de identidades?”

Y en este período de asumirse a uno mismo y asumir lo que te rodea surgen las  preguntas, preguntas que hace el autor (p.33):

“¿cómo aplazaré la cita con la muerte en vida, servidumbre predeterminada?"

Y también descubrir y asumir la propia sexualidad: (p.42):

“¿Dónde se encuentran las malas compañías,
la pecaminosa hueste de los muchachitos
bellos y perversos que, según mis padres,
de la mano llevan a los inocentes
por las sendas promiscuas de la perdición?”

Sentir, sentirse, sentir hacia los demás, sentir contra los demás. La injusticia, el odio ciego (p.56):

“Tragaos el cañón de mi pistola Lüger.
Hay una bala para cada uno.
Y la última, de plata, para mí”

Y el torbellino del sexo y también de su  suciedad a veces. Descubrir la propia sexualidad (p. 62):

“¿no te habrás imaginado, papanatas
que podías ser un sodomita sólo en un acto
de una urgente, clandestina, eyaculación?

Conocer el mundo interrogándose como lo hace el autor constantemente. E incluso del Servicio Militar, y la pregunta no está exenta de una afirmación crítica (p.70-1)

“¿Tal vez porque no encuentras en los patios
del Todo por la Patria, placenta de varones,
algún bardaje hambriento que comparta
contigo íntimamente la manta y el jergón?”

Arcadia desolada, vida arrasada, vida que busca respuestas, que lanza preguntas, poesía que escapa de la norma, de la modalidad al uso. Poesía preciosista y precisa. Poesía que se derrama. Pedro Juan Gomila Martorell.

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