domingo, 2 de marzo de 2014

FOTOMATÓN DE FELIPE ZAPICO ALONSO Y SANTOS M. PERANDONES


Fotomatón
Felipe Zapito Alonso y Santos M. Perandones
Eolas ediciones, 2013
77 páginas
15 euros.

¿Qué fue primero la imagen o la palabra? ¿Qué llevó a qué? Su autor, el de las palabras, Felipe Zapico descubría hace poco el misterio en Barcelona. Unas cuantas imágenes llevaron a las palabras, unas cuantas palabras llevaron a las imágenes. Si fuera un partido de fútbol hablaríamos de empate. Empate en esfuerzos e intenciones. Y es que Fotomatón es un poemario, poemario también visual, que acaba siendo de intenciones. De palabras que dejan abiertas las ideas para que continúen dando vueltas en nuestras cabezas. Imágenes que dan paso a sugerencias, a pensamientos. La brevedad del símbolo y la brevedad de la palabra, que no deja de ser también un símbolo.

Fotomatón, tal y como se titula acertadamente el libro, da pie a imágenes literarias o visuales que se definen por la detención en un momento preciso. Imágenes y palabras de foto fija. Frescas, sensuales, vitales, a veces también básicas pero sugerentes. Un ejemplo (p.38):

“Entre los dedos
escapa
la vida.
Los sueños
se
fueron
hace tanto tiempo ya.”

Con una escritura sencilla el autor logra diseccionar los momentos con la clarividencia del bisturí y del escalpelo. Ese uso de palabras sencillas hace universales sus mensajes sin necesidad de retorcerlos. Es directo, pero no simple. La palabra se alía con el autor para garantizar el resultado buscado. Unas veces el mensaje resulta tan certero como universal la metáfora o la paradoja (p.46).

“Ni siquiera el palillo
puede
sacarte
de entre mis dientes”

Así,  el autor de Cosas, El ladrón de peras o Balances parciales nos aboca a reflexionar sobre nuestras vidas a través de la suya, sobre el mundo que nos rodea a través del suyo, a tomar conciencia del tiempo, del espacio, del momento a través de su propio tiempo, espacio y momento. Nos atrapa es su certidumbre para abandonarnos a nuestras dudas. Quizá nos aporta unas veces una luz, en otras ocasiones nos deja todavía más perplejos, pero sus idas y venidas no dejan indiferente. Sus palabras son como callejones que se abren, o como cajas que se cierran. Como las imágenes que las acompañan (p.56)

“… un leve rastro
de sangre
casi en la comisura
de mi alma”


Y de lo breve acaba naciendo todo. 

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