martes, 21 de enero de 2014

LA SOLTERONA DE EDITH WHARTON


La solterona
Edith Wharton
Editorial Impedimenta 2013
Traducción del inglés y postfacio de Lale González-Cotta
138 páginas
17,95 €                   

Edith Wharton (1862-1937) nació Nueva York, en el seno de una familia rica norteamericana  que le proporcionó una importante educación. El hecho de haber pertenecido a la alta burguesía le provee de  una buena fuente de información  para escribir novelas y relatos en los cuales refleja las costumbres de la clase social de la que provenía. Vivió a caballo entre Norteamérica y Francia, donde falleció. La novela más conocida  de Edith Wharton es La edad de la inocencia (1920).

La solterona (1921) es una de las  novelas en la que la clase social es el elemento más importante. Comienza la narración explicando que en el  “Nueva York de 1850 despuntaban unas cuantas familias cuyas vidas transcurrían en plácida opulencia” (pág. 1).

Antes de conocer a las protagonistas, Edith Wharton  nos hará un recorrido por  la historia de los Ralston, una de las familias más influyentes del país. Los Ralston no se relacionan más que con los de su propia esfera social: “preferiría que mis nietos escogiesen a una Lovell o a una Vandergrave, o a alguien de nuestra clase” (pág. 11).

Delia Lovell se casó con un Ralston y Charlotte Lovell, su prima, había elegido un buen partido: se casaría con un Ralston con quien “todo sería más prudente o más…normal” (…)” la seguridad, la prudencia y las ventajas que proporcionaba dicho vínculo lo convertían en la clase de enlace que, íntima y gozosamente, anhelaba cualquier casadera de los mejores círculos” (pág.15).

Sus vidas transcurren en la más absoluta tranquilidad   hasta que un hecho importante de la vida de Charlotte le llevará a la anulación del compromiso matrimonial con Joe Ralston  y a compartir un secreto entre ambas mujeres el resto de sus vidas.

Realmente las protagonistas de la novela son Charlotte y Delia o Delia y Charlotte aunque hay dos personajes masculinos que condicionarán sus vidas: Clement Spender y el doctor Lanskell, es precisamente éste personaje la voz crítica de esta sociedad hipócrita y decimonónica: “Todos confiaban en el juicio del doctor Lanskell, pero lo que de verdad los llevaba hasta él era la certeza de que en aquella sociedad con tantos prejuicios no había cosa alguna que a él le pudiese intimidar” (pág. 100).  Ambos personajes son el lado antagónico de esa alta sociedad.

La novela tiene dos partes: en la primera conocemos a los personajes y el secreto de Charlotte. Edith Wharton  hace una perfecta descripción del carácter  de las protagonistas y, sobre todo, de la condición de la mujer en esa esfera social. Delia Ralston es la perfecta madre y esposa pero no deja de ser una mujer encorsetada y reprimida.

Charlotte deberá tomar una decisión drástica para proteger su secreto con la complicidad de su prima Delia: “contarle la verdad desharía el matrimonio de un plumazo (…) La tolerancia social no medía a hombres y mujeres por el mismo rasero, y ni Delia ni Charlotte se habían preguntado jamás el motivo: como la mayoría de las jóvenes de su clase, se limitaban a ceder ante no ineluctable.” (pág. 48). Sobran las palabras.

En la segunda parte, Wharton profundiza en la psicología de las protagonistas. Comienza advirtiendo que todo apunta a que Charlotte Lovell será una solterona:”Y a medida que su carácter se transformaba, se iba asemejando cada vez más  a la típica solterona: empecinada, metódica, maniática en minucias y propensa a magnificar las más nimias tradiciones sociales y domésticas” (pág. 62).  

Cuando enviuda Delia convivirán en la misma casa y el secreto que las une hará que aparezcan discusiones, celos y  rencores.

Todo esto está espléndidamente explicado y diseccionado en el postfacio de Lale González-Cotta, La edad de la inclemencia.

La solterona es una obra elegante, muy inteligente. La fuerza de sus protagonistas es arrolladora y le provoca al lector  emociones encontradas. Prejuzgar las decisiones tomadas por ambas, comprender o no el porqué de ellas desde el principio al fin. Simpatizar unas veces y odiar otras a cada una de las protagonistas.

El lector no se arrepentirá de esta lectura de tan sólo 136 páginas pero soberbias cada una de ellas. 

sábado, 18 de enero de 2014

COSAS DE FELIPE ZAPICO ALONSO




Cosas
Felipe Zapico
Zoográfico, 2013.
60 pp
9 euros.

Para cualquier escritor es un atrevimiento ofrecer a los lectores lo primero que escribió, por eso debemos agradecer este acto de generosidad a Felipe Zapico que, sólo tras una previa selección y sin corrección alguna, nos trae este Cosas, poemario que ya destaca por su exterior a modo de libreta de apuntes escolares. La propia biografía que aparece en el libro ya nos advierte de que el poemario fue escrito en 1981. Así que a la hora de leerlo no podemos ponerlo cronológicamente a continuación de Balances parciales (2013), El ladrón de peras (2013) y Fotomatón (2013). Es, así, su antecedente más lejano pero en el que ya se aprecian algunos de los temas que posteriormente desarrollará en sus libros. Una cosa que sí destacó su autor en las presentaciones es que no habla de amor. Sin embargo el amor y la pérdida son temas recurrentes en Balances parciales y en El ladrón de peras.

Situados así para entender qué vamos a encontrar, lo primero que observamos es una distribución de los poemas en cuatro partes.

La primera es la que contiene más crítica. Refleja más la rebeldía de la edad. Probablemente contiene algunos de los disparadores que, posteriormente, desarrollaría tanto en sus poemarios como  en las canciones de su grupo musical, Deicidas.

Para muestra encontramos el siguiente fragmento (p.13):

“La bala de plata
no es menos mortífera
la píldora dorada
no es menos amarga
y la verdad escondida
no es menos mentira
tabús y mentiras no son ofrecidas (…)”

Sorprende que a principios de los años 80 el autor ya viera lo que nos venía encima con la burbuja inmobiliaria, y lo dice en su Cosa primera (p.9):

“Y llegaron ellos
los invasores,
construyendo en prados
grandes bloques.
Nos dejaron a todos
los sinsabores.
No podemos huir,
ya nos invaden
por aquí,
por allí,
los constructores”

La segunda parte del poemario es igualmente crítica pero añade un par de elementos: la burla (p.29):

“(…)rimbombantes sobrenombres con el alias al lado
esqueléticos cadáveres cada uno por su lado
letras caídas de libros aquí quiere ir hilvanando
fanfarrias y chirimoyas este cuenta se ha acabado (…)”

Y los juegos de palabras creando cacofonías (p.30):

“Fea fe veo en tu faz
Fécula fecal fardan las fauces
Farfanes  faquines fantasean en el fango (…)”

La tercera parte es variada. Contiene críticas al turismo que durante años ha sustentado la economía española (p.34):

“(…) Las playas de Málaga
se nutren de gabachos (…)
Se llevarán unos kilos de sol y agua verde (…)”

También a los intelectuales (p.37) por sus “siempre discusiones más que bizantinas” cuya única intención es llenar “esa hora de la tarde en que las fiestas/ y certámenes aún no han comenzado”

La parte final es, quizá, la más personal, incluso la más intimista (p.47):

“Raíles helados
frío matinal
sol esperanzador (…)

Y también se repite en su último poema (p.52):

“Sol
carretera comarcal
tractores anticuados
coches veloces en busca del mar (…)”

Cosas es una forma de descubrir el principio del autor y una buena manera de situar la poesía a pie de calle.