sábado, 22 de junio de 2013

LOS HABITANTES DEL BOSQUE DE THOMAS HARDY



Los habitantes del bosque
Thomas Hardy
Traducción y postfacio de Roberto Frías.
Editorial Impedimenta, 2012
452 páginas
19,95 €


Thomas Hardy (1840-1928) nació en Dorset, lugar que constituiría el estado imaginario de Wessex en el que ambienta todas sus novelas. Inicialmente trabajó en la construcción ya que su padre era maestro de obras.  Mientras trabajaba fue escribiendo  poesía pero como no  tuvo mucho éxito se dedicó a la novela. Fue a partir de 1874, y coincidiendo con su primer matrimonio, cuando ya pudo vivir de la literatura.

Los habitantes del bosque (1887) transcurre en un pueblecito del condado de Wessex, Hintock,  rodeado de bosques. Sus habitantes viven del comercio de la madera. El hombre más próspero del pueblo, George Melbury, tiene una preciosa y delicada hija, Grace, a la que envía fuera del pueblo para recibir una refinada educación.

Cuando regresa junto a su familia, Grace deberá casarse con Giles Winterborne, ya que el señor Melbury, padre de Grace,  adquirió el compromiso con el joven.   Pero las circunstancias han cambiado y  el señor Melbury verá que Giles está socialmente por debajo de su hija.

A la misma localidad ha llegado un joven médico, Edred Fitzpiers, de procedencia aristocrática y con una cultura excepcional. Siempre está rodeado de libros y los vecinos del pueblo dudan de su habilidad como médico. Este será el candidato preferido para George Melbury como marido para su querida Grace aunque nadie ha tenido en cuenta el parecer de ella.

Los habitantes del bosque está considerada una joya de la literatura victoriana y realmente lo es. Es de una escritura delicada, llena de poesía dentro de la prosa. Son espectaculares las descripciones del bosque donde está situada la acción de la obra así como los fantásticos  personajes que en ella aparecen.

George Melbury, el padre de Grace, es un respetado  hombre de negocios de la madera y de todo lo que tenga que ver con los productos del bosque. Cuando tuvo a su única hija decidió que tendría la educación que él no pudo tener, así que la envió fuera del pueblo. Hay que decir que el señor Melbury no escatima en halagos hacia su hija. Para él es muy importante ascender en la escala social y es capaz de hacerle a su hija la siguiente reflexión con el fin de que ella pertenezca a la élite dentro de la sociedad: “Si alguna vez llegas a encontrarte conmigo, Grace, puedes pasar de largo y mirar hacia otro lado. No esperaré que me hables, lo que se dice hablarme, a menos que suceda en un lugar solitario y privado que no afecte a tu categoría” (pág. 195).

Grace Melbury es una mujer guapa y cultivada.  Pese a todo su refinamiento y al empeño de su padre de que se codee con personas de su mismo estatus, a ella le gusta la tranquilidad y la conversación de los habitantes de Hintock y las circunstancias la llevarán a un matrimonio nefasto.

El resto de personajes son realmente ricos en matices: Giles Winterborne, trabajador incansable del bosque y elaborador de sidra, está enamorado de la hija de su protector, el señor Melbury y, pese a todo el amor que le profesa,  será consciente de que su condición social está por debajo de lo que ella se merece. Thomas Hardy hace una descripción bellísima de él: “Por su aspecto y por su olor, Giles parecía el hermano mismo del otoño” (pág. 248).

Edred Fitzpiers  es el apuesto médico rural. Procede de una familia aristocrática venida a menos y posee  una gran afición a la ciencia. Es un hombre con un gran concepto de sí mismo y considera que la relación que pueda tener con Grace está por debajo de sus posibilidades: “Una cosa sí estaba clara: cualquier vínculo con ella solo podía ser informal, por la  debida atención que el doctor ponía en su propio futuro. A lo sumo, podía corresponder a la naturaleza de una leve seducción, pues él tenía ambiciosas metas que algún día le llevarían a esferas muy diferentes” (pág 154-155). No obstante, la belleza y la inteligencia de ella le llevarán al matrimonio.

Entre todos estos personajes aparece la señora Charmond. Una viuda exuberante y sensual que volverá loco a uno de los personajes.

Durante toda la narración ocurrirán  una serie de sucesos que determinarán la vida de Grace. Todo lo que acontece a los jóvenes ocurrirá de manera trepidante y con un final sorprendente que no deja indiferente al lector.

Thomas Hardy  escribió una  novela muy atrevida para la época. Hay momentos en los que los personajes tienen una fuerza sensual inusual en la época: “De hecho, él estaba sosteniéndola con sus brazos, como si tuviera la impresión de que se hallaba muy confundida y en peligro de caer. En cuanto Grace pudo recobrar la compostura, se deshizo con suavidad de su apoyo (…)”. Esto sucede de noche, en el bosque y en el trascurso de una fiesta pagana, la del solsticio de verano.

Otra cosa que sorprende es que el escritor plantea la posibilidad de que una mujer pueda separarse de su marido. Esto, en la época,  es impensable. Tal como nos explica el traductor de la novela,  Roberto Frías, en 1857 y durante el reinado de Victoria el divorcio era aprobado cuando se hubiera cometido algún delito: violencia, incesto, sodomía o abandono injustificado por más de dos años y no por causa de adulterio por parte del marido. El padre de Grace intentará por todas las vías posibles que el matrimonio de su hija sea disuelto.

Llama la atención que la mayoría de los personajes citan en sus diálogos a escritores o filósofos clásicos, o citas de la Biblia. El señor Melbury lee a Galeno, Hipócrates o Herófilo: “Leyó sobre Galeno, Hipócrates y Herófilo; sobre los dogmáticos, los empíricos, los herméticos y otras sectas de médicos que habían surgido a lo largo de la historia.” (pág. 196).

Es muy recomendable el postfacio escrito por Roberto Frías “Cuando la imaginación es la esclava de una circunstancia inalterable”: Entre muchas explicaciones  nos dice que la  crítica del momento maltrató a Los habitantes del bosque ya que en ella Thomas Hardy denuncia los problemas de inmovilismo social, de la concepción de la mujer como objeto con valor de cambio. Hay un ejemplo que lo describe: cuando Fitzpiers le solicita al señor Melbury el poder ver a Grace, Melbury se sorprende y le hace la siguiente reflexión: “Siempre dije (…) que algún día mi Grace dejaría su marca en el nivel que le corresponde (…) Si no tienes un buen material con el que trabajar, estos esfuerzos son un desperdicio y pura vanidad (…) Pero cuando tienes un material tan bueno, es casi seguro que valdrá la pena” (pág, 188-189). Habla de su hija como si estuviera intentando comerciar con la madera.

Como consecuencia de este maltrato por parte de los críticos decidió  abandonar la novela y  dedicarse a la poesía.

Thomas Hardy es un escritor poco conocido dentro de la literatura victoriana y es una pena. Cualquiera de sus novelas es una joya. Disfruté mucho con Unos ojos azules (1873) y El alcalde de Casterbridge (1886). Las más conocidas, quizás, son Lejos del mundanal ruido (1874) o Tess la de los d’Urberville (1891) esta llevada a la televisión como serie de la BBC,  pero Los habitantes del bosque es verdaderamente una maravilla. Hay que agradecerle a Impedimenta que haya publicado  esta obra  y, como siempre, en una edición muy cuidada.


Invito a aquellos lectores que gusten de la literatura victoriana que se adentren en el mundo de Hardy. Estoy segura de que  no quedarán defraudados.

sábado, 15 de junio de 2013

TAL COMO SALE DE DAMIÁN PATÓN FERNÁNDEZ



Tal como sale
Damián Patón Fernández
Ediciones Carena, 2013
121 pp.
10 euros



Tal como sale de Damián Patón Fernández no es precisamente un libro autocomplaciente. Estamos cada vez más acostumbrados a que se publiciten y se lean libros autocomplacientes. También libros que parecen que son “lo más” criticando, pero a poco que uno aparta unas cuantas pajas se da cuenta del mecanismo. Son libros vacíos que pretenden ocupar un espacio para que  otros libros que verdaderamente dicen algo no lo ocupen. Qué le vamos a hacer, las multinacionales tienen todo el poder. Las pequeñas editoriales sacan cabeza en internet, a través de facebook, de twitter o de los blogs. Pero son para lectores minoritarios. La gran masa no llegará nunca a leer el libro Tal como sale de Damián Patón. No sólo porque no tenga una gran campaña de publicidad como alguno que otro –no muchos- que he reseñado en este blog. Pero la gran mayoría de los lectores tampoco están preparados para leer un libro como éste. Porque Damián Patón quizá sea un escritor desordenado. Quizá no tenga un estilo amanerado, quizá sea un torrente de ideas que fluyen en tropel para expresar todas y cada una de las miserias de este mundo. Pero es un libro profundamente sincero, uno de esos libros que salen de las tripas y que vacían todo lo que llevan dentro, con amargura y, si me lo permiten –y me lo permite el autor- con autoamargura. Por eso es un libro tremendamente brutal. Nada de discursitos de personajillos dando ejemplo de lo que sufren. Nada de eso. Hablamos de personajes de los bajos fondos, de putas, de macarras, de seres atormentados, de incomprendidos, de personas que gritan a los cuatro vientos y a los que nadie escucha. Por eso es tan real. Tan sincero. Tan brutal.

Esta reseña la leerán unos cuantos posibles lectores, quizá alguno incluso se atreva a acercarse al libro. Pero hay que hacer una advertencia. No busquen una novela al uso. No busquen el típico esquema inicio-nudo-desenlace. No lo encontrarán. Encontrarán un esquema complicado que se retuerce. Porque la vida, en realidad, no entiende de inicio-nudo-desenlace. Por eso es real. Pasarán por sus ojos y por sus páginas personajes que vienen y que van. Nos contarán sus miserias que no son las noticias estúpidas de los telediarios actuales. Encontrarán las amarguras de muchos seres que todo el mundo considerará perdedores, eso que en EE.UU denominan loosers. Hay muchos perdedores, pero son perdedores auténticos hasta el tuétano. Nada de personajes amojamados, nada de ridículos perfiles de pijoprogres estúpidos que comen almendritas saladas en los cócteles. Para eso vayan a buscar a otro lugar. Aquí hablamos de personajes que llegan al límite.

Nunca sabe uno si la escritura de Damián Patón contiene algo, bastante o mucho de autobiográfico. Pero Damián Patón piensa y eso se ve. Quizá a veces piensa demasiado. Por eso son sus personajes seres inquietos. Culos de mal asiento. Inconformistas. Seres que todo el mundo rechaza. Trabajadores a los que no quiere ningún empresario, amantes que toda mujer desprecia, amigos que no tienen amigos… Seres náufragos de impotencia. ¿Y no son por ello tan reales?


El libro contiene dos partes: Miscelánea y El viajante nocturno. Lo cierto es que ya había leído una versión de su segunda parte, editada en Bubok en el año 2009. Pero esta parte es mucho más larga y se nota que se ha escrito y reescrito diversas veces aunque sigue teniendo el mismo poso de derrota. Y la derrota de sus personajes es la derrota de todos nosotros. De ahí que no deje de ser un libro de absoluta y plena actualidad. Es cierto que uno entiende que  a los grandes sellos sólo puedan interesarles las historias donde la realidad sea más plana, más lineal. Es cierto que el mensaje se desliza a través de los personajes y contiene una certera y envenenada crítica social, crítica que tanto podría aplicarse a las propias editoriales, como a los partidos políticos y a la sociedad en general. Crítica de la que no estamos exentos nadie. Todos. Por eso es un libro de los que se hunden en la llaga, por eso lo publica una editorial como Carena. Creo suponer que Damián Patón no se hará famoso con Tal como sale. Pero también creo que habrá cumplido con su principal premisa: ser brutalmente sincero. ¿Cumplirá el lector con la suya? Leerlo hasta el final.

domingo, 9 de junio de 2013

LA FALTA DE LECTURA DE JOSÉ RAMÓN OTERO ROKO


La falta de lectura
José Ramón Otero Roko
Prólogo de Virgilio Tortosa
Epílogo de Consantino Bértolo
DVD ediciones, 2011
125 pp.
9 euros

Recibí el libro de José Ramón Otero Roko (1974) -al cual no tengo el gusto de conocer- hace ya un tiempo de manos de su propio autor. Libro editado en la desaparecida editorial DVD del conocido y admirado poeta Sergio Gaspar. Hacía tiempo pues que estaba pendiente esta reseña que, probablemente, se ha ido retrasando porque he leído y releído algunos de sus versos en más de una ocasión como quien tratara de reconocer en un vino sus características.

Una primera cosa que quiero destacar es la felicidad que me produce encontrar un poemario que se plantea algún punto de vista estético huyendo de las modas, las costumbres y los refritos. También advertir que aquel lector que no se vea motivado a pensar un poco, a leer y a releer, a darle vueltas a la lógica del libro, al sentido del mismo, huyendo de la pose fácil y altisonante, del verso caduco y del seguidismo habitual, a aquel lector acostumbrado al lenguaje de siempre que, por favor, no lea a Otero Roko. Que lo lea el que piense que el lenguaje está para usarse y desusarse e, incluso, reusarse –por favor, no digan reinventarse que eso sólo se aplica a Madonna-. Porque la poesía de Otero Roko es de la que huye de la charanga y de la pandereta, pero, entiéndanme, también huye de la descharanga y de la despandereta, y permítanme los palabros.

Quieren poesía. Lean a Otero Roko. Quieren renovación. Lean a Otero Roko.

Quisiera destacar además el principio y el final del mismo. Un prólogo y un epílogo de Virgilio Tortosa y de Constantino Bértolo, por este orden, que ayudan a adentrarse en el texto y desgranan algunas interesantes ideas.

Una de los principios en los que tenemos que pensar al leer La falta de lectura es la libertad. La libertad, ese concepto tan manido, tan pontificado, tan ensuciado, tan politizado - incluso que ha dado lugar a que determinada ideología se llame a sí misma liberal- pervirtiendo todavía más el concepto.

Otero Roko habla de libertad en el sentido libertario. Casualmente los capítulos del libro se inician todos con una pequeña cita o bien de un autor libertario o bien de un autor hablando de lo libertario. Una señal para navegantes. Establecido ese principio cabe plantearnos un paso más que, en seguida, advertimos. El lenguaje que usamos ha sido pervertido por un uso y significados determinados y nos propone una revisión del mismo. Y con ese plan tan ambicioso el autor construye un texto que, utilizando todo tipo de recursos lingüísticos y estilísticos –encabalgamientos, anacolutos, contradicciones, pero también uso arbitrario de la ortografía, de las concordancias, etc-,  subvierte el orden acostumbrado del lenguaje y llega a construir un texto libertario no ya sólo por su contenido sino también, y especialmente, en el uso de sus formas. Es uno de los rasgos de su poética. En ese sentido tenemos ante nosotros un texto profundamente irreverente (p.43):

“no aparece
que me exista, opción. Siquiera”

O también (p. 45):

“(…)No era
cuestión ni la abría. No tu vo materia”

O también (p. 54):

“oír, yo ver, que de haberte querido,
la casa mojada, como te quise”

El lector avezado observará que la poética del autor huye de lo habitual, del panorama anterior, incluso del lejano pero también se resiste a ser leído como si el texto tuviera vida y  abarcara todas las posibilidades semánticas lógicas o ilógicas, o como mínimo fuera de la lógica habitual con lo que, además, supone una crítica a lo establecido y constituye así un discurso contra el poder, contra todo poder y contra la autoridad.
El texto, en definitiva, es definido por el propio autor al final del libro -en un capítulo denominado Poética y  discusión de La falta de lectura- y viene a reivindicar la razón libertaria. (p.114)


Dense una vuelta por La falta de lectura. Lo agradecerán.