martes, 3 de julio de 2012

UNA CIUDAD ASEDIADA DE MARGARET OLIPHANT



Una ciudad asediada
Margaret Oliphant
Prólogo de Jesús Palacios
Traducción de Jon Bilbao
Ed. Fábulas de Albión, 2012
231 pp
18 euros                           


Margaret Oliphant (1828-1897), pese a tener una importante obra costumbrista e histórica, es recordada por sus narraciones victorianas de fantasmas. No es de extrañar ya que su vida pudo parecer un drama  victoriano: desgracias familiares y  diversos fallecimientos de sus seres más allegados -hijos, marido, hermano y sobrino- provocan un permanente contacto con la muerte, y a eso se une la necesidad económica de ganarse la vida escribiendo para subsistir. De ahí una obra tan extensa.
Antes de hablar de la novela en sí hay que destacar el extraordinario prólogo de Jesús Palacios, Nuestra señora de los espectros. En él nos desgrana en tres partes Una ciudad asediada. La primera habla sobre la vida de Oliphant (Heroína victoriana). En la segunda parte (Lo visible y lo invisible) nos explica la producción literaria de la autora con respecto al “más allá”. En la tercera  (La ciudad de los fantasmas) nos desmenuza la novela. Vale la pena leer el prólogo con detenimiento.
En cuanto a la obra en sí, Una ciudad asediada fue publicada en 1880 y es una de las novelas más conocidas de Margaret Oliphant. La acción transcurre en Semur, una pequeña ciudad de Francia, en la cual sus habitantes vivirán un suceso sobrenatural: la ciudad será tomada por los espectros de sus fallecidos. Pese a que es una novela de fantasmas no es un relato terrorífico aunque la atmosfera que nos describe la autora así lo sugiera.
El relato de los hechos está narrado por varios de sus ciudadanos. El personaje principal es M. Martin Dupin, alcalde de la ciudad que se vanagloria de ser burgués y racionalista. No cree en Dios aunque respeta las creencias de los demás (p.53): “Soy un hombre de mi tiempo y estoy orgulloso de serlo. Me hallo poco dispuesto a rendirme al control del clero”.
Otra versión de la narración corre a cargo de Paul Lecamus. Según Dupin (p. 57-58) “es algo así como un visionario (…) es como un soñador, alguien que no alberga sino ideas absurdas”. Él le acompañará a la ciudad una vez que ha sido asediada.
Monsieur Bois-Sombre, un aristócrata que se hará cargo de los habitantes cuando Dupin se interna en la ciudad,  dará otra visión.
Madame Dupin, la esposa del alcalde, nos hará reflexionar sobre la condición de la mujer en la sociedad victoriana. Es una mujer dulce, casi sumisa (p.175): “Acompañé a mi esposo hasta las puertas de la ciudad. No era mi intención distraerlo (…) Quizá fue mejor que el mensajero no se tratara de una mujer; luego ellos podrían haber dicho que lo sucedido fue fruto  de un delirio, de un ataque de nervios. No somos fiables a este respecto, aunque no comprendo la razón”.
Por otro lado, la versión de la madre del alcalde, Madame Veuve Dupin es la de la mujer victoriana por excelencia: mujer recta, de férreas tradiciones y  fuertes convicciones morales y religiosas y con un sentido de la supremacía de las clases sociales indiscutible.
No hay que dejar de observar al resto de personajes  secundarios.
Con la narración de los personajes, Margaret Oliphant reflexiona sobre la moral victoriana: las férreas convicciones religiosas, el costumbrismo, las tradiciones y los conflictos entre las diferentes clases sociales.  Nos habla de ciudadanos embrutecidos que le dan más valor al dinero que a la religión. “Ese es el único dios en que se puede confiar en estos días” (p. 44). Sin embargo, una vez que han sucedido los acontecimientos paranormales, se vuelven más beatos que los demás.
 También reflexiona sobre las  diferencias entre hombre y mujer. Es curioso el párrafo de la página 46 en el que daría la impresión de estar leyendo a Jane Austen: “¿Es que los caballeros y las damas no hacen lo mismo? ¿Hay en el mundo algo, aparte del dinero, en lo que merece la pena creer? A la hora de hablar de matrimonio, vos preguntáis en primer lugar cuál será la dot; y a la hora de entablar trato en sociedad con alguien, preguntáis: ¿Ese tal Monsieur Untel es rico?”
 Por otro lado, existe un mensaje moral en el relato: los muertos se aparecen a los vivos como consecuencia de la falta de fe y su alejamiento de Dios. Curiosamente los espectros sólo se  aparecen a los descreídos. Nos recuerda, en cierto modo, al Cuento de Navidad de Dickens, aunque en este caso una ciudad entera está tomada por los difuntos.
Pese a que la novela está ambientada en una ciudad francesa, nos podemos imaginar a sus personajes en cualquier pueblo o ciudad de Inglaterra.
Una ciudad asediada es una novela altamente recomendable para aquellas personas a las que les gusta la novela victoriana, independientemente de si se trata de  una novela fantástica o de cualquier otro género. Por si fuera poco todo en una esplendida y cuidada edición. 


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