martes, 29 de mayo de 2012

EL MAR DEL OTRO LADO DE OLGA BERNAD




El mar del otro lado
Olga Bernad
Ediciones de la Isla de Siltolá, 2012
171 pp
13 euros

La editorial de Sevilla Isla de Siltolá nos está proponiendo últimamente algunos títulos suculentos. A ellos se añade éste de Olga Bernad (1969) en una particular versión pues se encuadra dentro de la colección Inklings de Siltolá. El libro no sólo recoge la propuesta poética de la autora, además contiene lo que otros han dicho de su poesía. En definitiva, contiene obra y crítica en el mismo libro.
Empecemos diciendo que en realidad El mar del otro lado, que es el título del libro, es una suerte de antología de dos libros anteriores de la autora: Caricias perplejas y Nostalgia armada. Y también contiene algunos poemas inéditos que supongo figurarán en alguna obra posterior o que constituyen ya un poemario nuevo momentáneamente denominado Mirafondo. Dicho esto se hace harto difícil decir algo nuevo cuando seis autores comentan su primer libro y otros siete, el segundo. Por tanto voy a tratar de hablar de aquellos rasgos que en su conjunto me han llamado la atención.
De su primer libro, Caricias perplejas, publicado en el año 2009, me llama poderosamente la atención esa sensación de serenidad que emanan sus versos. Sobre todo al leer cómo se inició en la literatura y cómo aconteció la publicación de sus versos en papel. Olga Bernad empezó a escribir en un blog que lleva como título Caricias perplejas. Sorprende ese clasicismo renovado en su propuesta literaria. Un clasicismo de sensaciones serenas y aplazadas. También sorprende enormemente su madurez. Quizá no seré demasiado original destacando estos versos pero en sí mismos dan buen ejemplo de la propuesta de esta poeta zaragozana, es el poema Todo:

Sé desde hace algún tiempo
que ya nada sería suficiente,
salvo absolutamente todo.
 Y no sé qué es todo,
no sabría pedirlo ni explicarlo,
no sabría tal vez reconocerlo.
Pero lo quiero todo.
Y no sé si sería suficiente.

Hay en Caricias perplejas ternura y una primacía de lo amoroso. También una especie de erotismo aplazado.
En su segundo poemario, Nostalgia armada, publicado en esta misma editorial el año pasado, hay una profundización en algunos de los aspectos que ya he comentado a los que añadiría un cierto misticismo amoroso y un uso de vocabulario emparentado con la religión. A veces da la sensación de acercarse a alguno de los autores místicos de la literatura española. A la memoria me viene San Juan de la Cruz. A veces cierto pesimismo, también muchas referencias al campo semántico de la muerte. En otras ocasiones hay algo de arrebato romántico. También llama poderosamente la atención la continua apelación a partes del cuerpo. A veces también encuentra uno cierta llamada a la memoria. Una pequeña muestra de algunos versos de este segundo poemario es esta composición denominada Espíritus del vino cuyo final me ha llamado la atención:

Abre la puerta azul del cuarto negro,
ven conmigo al deseo y después deja
que a todos nos absuelva su inocencia.

Los últimos versos, Mirafondo, que configuran la segunda parte del libro y que constituyen la novedad por ser inéditos, profundizan en aspectos que ya he enunciado pero que se intensifican: la alusión continua a la religión –católica- y a la liturgia, a veces. Y también ese darle vueltas a la muerte. Y, en ocasiones, ambas cosas unidas. Muerte y religión, sin abandonar otros subtemas que ya habían aparecido.
Poesía de clasicismo contemporáneo, propuesta poética sólida que parece reivindicar sin pudor un nuevo romanticismo aludiendo a veces a algunos temas clásicos tanto de la época romántica –amor con cierto desatamiento aunque más contenido, religión y muerte- como del misticismo. Más que interesante el libro de Olga Bernad El mar del otro lado.

viernes, 11 de mayo de 2012

BALANCES PARCIALES DE FELIPE ZAPICO ALONSO




Balances parciales
Felipe Zapico Alonso
Ilustrado por Javier Zabala
Eolas ediciones,2011.
141 pp
15 euros


Cuánta pasión hay en el libro Balances parciales de Felipe Zapico Alonso (1960). No lo digo sólo por los textos sino también por las magníficas y coloridas ilustraciones de Javier Zabala. Es un libro muy bello, con mucha sensualidad. Pero es que los poemas de Felipe Zapico son poemas que desbordan, son poemas donde el autor parece derramarse en intensidad. Sus amores son apasionados, sus juicios lúcidos, sus pensamientos certeros, sus palabras tan tiernas como crudas en ocasiones. Es un libro lleno de pasiones, la mayoría básicamente amorosas, pero también hay de otro tipo.
Felipe Zapico es un excelente observador de la realidad cotidiana que poetiza. Los mínimos gestos, los detalles más comunes pueden convertirse en hecho susceptible de convertirse en poema: “Guerra de largas/en la carretera/larga, corta/posición” (p.21) o también en: “y esas comidas rápidas/para una muerte lenta” (p.67). Eso no significa en absoluto que el autor olvide un cierto lirismo: “Los ataúdes enfieltrados/en una noche clara/ desconfían de labios trémulos/y lenguas huidizas” (p23).
Puede uno pasar página a página y encontrar la presencia de un tercero entre el autor y el lector. Ese tercero al que se dedican versos y versos: “allí donde los ojos/anidan/extraviados/ ahogándose impertérritos/ solos/ y mudos/ inmensamente mudos” (p. 56).
Hay un hilo amoroso cotidiano a través del cual las realidades se convierten en certezas, un invisible hilo que el autor entreteje para que sus poemas constituyan un todo sobre lo habitual, tan cotidiano como un gesto o un beso. Incluso el exabrupto tiene sentido en esta poética de la realidad de cada día, de la verdad universal, de los hechos de andar por casa: “Hostia pura/hostia santa/ haz que me quiera Julia”. Probablemente  es por ese motivo por el que Balances parciales es un libro fácil de leer incluso para los que hace tiempo que dejaron de leer poesía tras acabar el bachillerato.
Quién mejor que el autor para definir su mundo: un “caos controlado” (p.61).
Los poemas se suceden sin título aunque hay partes en el libro. Uno de los que más me ha gustado y altamente representativo es este (p.63):
Susurra el saxo
y la tiza numera al detenido
cuando sus labios,
huídos de la boca,
persiguen  –impotentes-,
aleteos que destellan.
y un clamor
grosero
anuncia
la continuidad
el vacio constante
el ansia inconmensurable
y permanente.

No huye el autor de algún que otro recurso estilístico aunque no es su poesía una poesía que se caracterice por el abigarramiento retórico, pues quizá el lenguaje de la cotidianidad no requiere de retorcimiento estilístico: “Y quiero a dos mujeres, /tanto, /que ya no las necesito” (p.71). Aquí usando la paradoja como también un poco después: “que mientes verdades nocturnas” (p.73). O los juegos de palabras: “y tus ojos/ me terminan/pero no me acaban” (p.74).
También uno encuentra partes de mujer derramadas en muchos versos, instrumentos musicales que son recurrentes, como el saxo, quién sabe si porque una de sus otras querencias es la música. También hay alusiones a los recuerdos y a la niñez a través de su cuentos: “tres o cuatro arrebatos/y el Gato con Botas” (p.107).
En ese estudio de lo cotidiano Felipe Zapico se atreve a utilizar palabras tan poco poéticas como: tos, moco, miopía (p. 117), picor de huevos, pelotillas, zorra de mi novia (p.118), cúter, taladro, lijadora, culo (p.131). Todo forma parte de la misma realidad poetizable. Todas la palabras. En ese sentido y como parte del todo me quedo con algo de acidez final para un poemario muy dulce: “renunciando por ello a la presidencia del /círculo católico de mi ciudad” (p.123).
Felipe Zapico, Balances parciales. Genio y figura.