martes, 31 de enero de 2012

TRANSICIONES ENTRE POEMARIOS


Varios son los libros que me van llegando y que por uno u otro motivo van quedando atrás, relegados en una montaña que poco a poco se va formando. Pero hay un momento, en el que, revolviendo entre ellos con el fin de buscar uno u otro –las más de las veces sin encontrarlo- acabo dando con aquello que dejé allí encima para acordarme, por estar a la vista, y sin apercibirme de que lo que hoy está a la vista mañana estará enterrado entre otros tantos libros.


Tres son los poemarios elegidos para este Transiciones que excepcionalmente no trazará sendas de uno a otro libro sino que descubrirá los matices de cada uno de ellos poniendo de relieve, en este caso, las diferencias.


Tomo en primer lugar el libro Todas las lunas de Yolanda Gutiérrez Martos, poemario que ya es el tercero de esta autora. Tuve la ocasión de leer el primero que editó, Terrapromesa, y creo decir bien si destaco su crecimiento literario. La autora no abandona la línea intimista de su literatura, si bien cada vez profundiza un poco más en sus versos. No deja de haber referencias a la poesía romántica, a Bécquer, a las que ha añadido otras tantas a Benedetti, a Huidobro o a Cernuda. Versos cálidos unas veces, otras contienen cierta amargura. Versos que van evolucionando y que vienen a demostrar que la autora tiene todavía un largo camino que recorrer. Son poemas que nacen desde la sinceridad, huyendo del artificio retórico, de las metáforas. A veces la autora gusta de reiterar sus ideas. Es fácil encontrar repeticiones, reiteraciones y anáforas. Me ha gustado especialmente el poema Los renglones torcidos (p. 32) en el que Yolanda Gutiérrez hace referencia a las dificultades que tiene para escribir –la autora es una militante en la lucha por dar a conocer los efectos de la dislexia y hay otro poema en el que habla también explícitamente de ella, Dislexia en palabras- y el modo en el que las va superando.

Hay también nostalgia en sus versos, del tiempo y de los momentos pasados (p. 42):

“Vuelven a caérseme las horas,

de nuevo

abro los ojos

y las recojo con nostalgia

Mientras el aroma se extravía”

Y acaba encontrando uno el oficio en algunos cierres destacables (p.57)

“Tiempo que no es mío,

solo

un transeúnte en mis horas.

Inexorable.

Y a veces, tardío”




Es el poemario de José Luis García Herrera(1964), El recinto del fuego, un poemario más reposado, no en vano el autor tiene en su haber más de una decena de libros. El presente fue premiado por el Ateneo Guipuzcoano en el año 2007 como ganador en el Premio Internacional de poesía erótica-amorosa. Es pues un libro que canta al amor y se centra en el amor erótico. El autor traza un itinerario amoroso que va a la par de un itinerario a través de puntos geográficos junto al mar. García Herrera los va recorriendo y vuelve a unos una y otra vez con denuedo, porque sabe encontrar el momento en el que la pasión se desbocó.

Sus versos son versos llenos de palabras, a veces quizá excesivos, derramados. De una calidez que atrapa y desborda. Porque el amor está concebido como un estallido de sentimientos, como las olas y el mar a los que alude continuamente a través de ese itinerario geográfico que es también un itinerario a recorrer en el cuerpo de una mujer. La reiteración de determinadas palabras da el tono del libro: sangre, besos, carne, olas, labios, torso, desnudez…

El verso de García Herrera es un verso muy cuidado. El autor selecciona las palabras y acaba embrujando con el derroche de melosidad que destilan sus versos. Y no sé por qué razón su poemario me ha llevado a recordar ese otro del gran Vicente Aleixandre titulado La destrucción o el amor.

El verso de José Luis García Herrera es también un verso rotundo que en algunos casos prodiga unos buenos cierres (p.25):

“Solitario me alejo hacia los muelles

donde algunos balandros zozobran y gimen

su largo abatimiento de caballos apresados.

Me alejo con los brazos abiertos sobre el aire,

me retiro sin volver la mirada”

Y también este magnífico verso final (p.27):

“Ser y ser en otro, dices y eternizas”

Versos sin rima con aroma clásico.


El último poemario es bastante diferente a los anteriores en cuanto a la temática. No habla de amor aunque a veces el autor gusta de hacer alusión a él pero con un claro efecto irónico. También se diferencia en la forma. A José Icaria (1968) le preocupa mucho más el contenido y la temática que la forma, por eso el suyo es un verso libre pero desgarbado. A veces sus palabras caen como una tenaza.

Malestar en el paraíso es un poemario reivindicativo y de temática social. Su propio título lo indica. Por cierto, gran título, porque sirve para dar el tono del contenido y a la vez mostrar algo del sarcasmo del autor. Vivimos en un mundo que nos presentaban como un paraíso, pero en él encontramos la injusticia, la violencia y el malestar.

Son sus versos desde el propio título un compendio de violencia derramada hasta llegar en algunos casos a la escatología porque en el imaginario del autor debe explicarse todo. Versos que son contundentes en su expresión (p.11):

“Pero, al día siguiente, despierto en mi cama

intacto

y con el alma vacía”

Y a veces excesivos (p.25):

“pero te llevo dentro de mí

como el jugo de mis huesos”:

También cargados de rabia (p.30):

“Hemos vendido a sus hijos,

prostituido a sus madres,

asesinado a sus padres”

En sus palabras no se vislumbra esperanza alguna, porque el paraíso se da por perdido, quizá como el de Milton. No hay tiempo para la ensoñación (p.32):

“y de repente, otra vez,

con los huesos a la intemperie

y con la muerte, socavando nuestros pies”

Recomiendo especialmente el poema Ah, la España profunda que refleja acertadamente el sentir del libro. Y para finalizar una muestra de la ironía del autor en este poema denominado Una sana costumbre (p.44):

“Cuando volvíamos de vacaciones,

mi padre tenía la sana costumbre

de castigarnos sin motivo,

no fuésemos a pensar

que la vida era una fiesta”



Yolanda Gutiérrez Martos, Todas las lunas, Abey ediciones, 2011, 79 pp.

José Luis García Herrera, El recinto del fuego, Huerga y Fierro editores, 2008, 76 pp.

José Icaria, Malestar en el paraíso, Poesía Aude,2008, 62 pp.

jueves, 19 de enero de 2012

LA REALIDAD ES OTRA DE ALBERT LLADÓ


La realidad es otra. Aforismos, greguerías y otras emergencias.
Albert Lladó
Prólogo de Agustín Calvo Galán
Fotografías de David Lladó
Editorial A Fortiori, 2010.
79 páginas.
9,50 euros

La realidad es otra es un libro particular. Digo particular porque practica un género literario que no posee una nómina muy larga de autores. Y, sin embargo, La realidad es otra, dicho para empezar, es un libro altamente recomendable. Para empezar contiene un estupendo prólogo de Agustín Calvo Galán que traza un recorrido sobre el significado del aforismo, pues de aforismos trata el libro. Algunas ideas destacables de este prólogo para hacernos a la idea del lo que nos encontraremos a continuación (p.6):

-El aforismo pretende subvertir o evidenciar la realidad.

-El aforismo ha de ser como un ensayo pero en su mínima expresión.

Me consta, y así lo atestigua el prologuista, la admiración que Albert Lladó profesa a uno de los grandes aforistas de la lengua española: Ramón Gómez de la Serna. De hecho hay pruebas de sus greguerías en las palabras del autor. Así pues nos encontramos ante un libro de pequeñas certezas, de frases que ayudan a expandir la mente, de sentencias que a veces son como un mazazo y otras que son como grandes sonrisas. A todas estas palabras también les acompañan otros tantos mensajes en forma de fotografías de la mano de David Lladó. El paciente lector también sabrá encontrar microrrelatos, historias contadas en pocas palabras pero que en sí mismas contienen un inicio, un desarrollo y un desenlace. Pequeñas perlas con un significado completo. Y para ello A.Lladó busca del artificio necesario para mejor expresar la idea. Así hay paradojas (p.12):

“¿Existen las verdades absolutas? Absolutamente no”

Circunloquios (p.12):

“Sólo sé que Sócrates sólo sabía que no sabía nada”

Consejos (p.15):

“El escritor debe fijarse en sus primeros defectos, y potenciarlos. Sólo así se puede llegar al estilo propio”

Ironía (p.16):

“Monarquía: forma de gobierno de los primates”

Microcuento (p.19):

“Siempre olía a grasa. Porque se bañaba con jamón”

Poema (p.25):

“La fiebre cabalga por el desierto, en una cama de dunas,

como una púber que aletea sus piernas,

aunque disfrazada de dama blanca”

Reflexión (p.30):

“El objetivo de la cultura no es descubrir la verdad, sino arañar ciertas mentiras”

Un claro homenaje a Gómez de la Serna en forma de moderna greguería (p.45):

“El secador de jamones es un armario de camisas comestibles”

O en(p.49) :

“La escoba tiene las pestañas sucias”

O verdades como puños en este aforismo, uno de mis favoritos, cargado de realidad (p.69):

“El primer “usted” que le dedican a uno

es un espejo sonoro del paso del tiempo”

Tan pocas palabras nunca contuvieron tantos y tan interesantes mensajes. La realidad es otra. Cuatrocientos aforismos que son mucho más que cuatrocientas frases y que cada lector acomodará como desee a sus normas de actuación. Disfrútenlas pues y piensen, de ello se trata.


jueves, 12 de enero de 2012

CRUZAR EL UMBRAL DE INMA ARRABAL

Cruzar el umbral
Inma Arrabal
Ed. Huerga y Fierro, 2011
73 pp
12 euros

Los que hemos seguido la obra poética de Inma Arrabal – Amayamar, Los que no volvimos, La poesía es una enfermedad cardiovascular- quizá nos sorprenda esta última vuelta de tuerca que nos viene dada a través de este poemario titulado Cruzar el umbral.

En primer lugar debería decir que me ha llamado la atención sobremanera algo que no había observado en poemarios anteriores y quizá tenga que ver con el momento histórico que nos ha tocado vivir. Inma Arrabal, hasta ahora, había diseñado unos textos donde su mundo interior, ese ambiente intimista y la realidad personal constituían un universo. Ahora le ha añadido el universo externo a ella. Si estuviéramos en una clase de matemáticas, de aquellas que recibimos de pequeños cuando nos explicaban la teoría de conjuntos, diríamos que Arrabal nos ha creado un poemario que establece una intersección entre su mundo interior y el exterior. Es una novedad y una sorpresa que particularmente celebro. Eso no significa en absoluto que la autora haya abandonado su habitual lenguaje, su forma y expresión que la caracteriza, su estilo propio. En absoluto. De ello hay muestras y el lector habitual de Arrabal no lo echará de menos. Tan solo añadirá un elemento más a la ensalada.

En esa comunicación con el mundo exterior, cada vez más agresivo y más insolidario, Inma Arrabal establece a veces un cierto tono de denuncia y para ello –creo que también es una novedad- utiliza una forma mucho más simplificada, mucho menos elaborada, más cercana –incluso para los no lectores de poesía- como si con palabras más sencillas pudieran aprehender con mayor facilidad esa otra realidad que le ha tocado vivir, con poemas mucho más narrativos.

Quizá es ahí en donde alcanza más fuerza, en ese despliegue de rabia, de impotencia, casi de insulto sin insultar, de indignación (p 21):

“ a que las guerras sean el pan nuestro de cada día

a que algunos discursos huelan a muerte, ambición y poder”

O también en (p.23):

“la justicia ha venido a despertarme

con sus labios llenos de ponzoña”

Alguien pensará que no son sus versos más elaborados, ni siquiera los más sensibles ni los más profundos, pero nadie podrá quitarles su autenticidad, su sinceridad, su rabia…

Capítulo aparte merece esa otra voz que, a través de los versos finales entre paréntesis de algunos poemas, parece situar el escenario final, la guinda, lo que nadie se atreve a decir ni aclarar, la última verdad, la razón de la locura –recuerdo de La poesía es una enfermedad cardiovascular sus últimos desatinos: aquí no hay desatinos, aquí hay verdad descarnada- (p.30):

“Pero yo sé, que las manos las lleva llenas de preguntas obvias,

como lo están en mi mente algunas respuestas inútiles…)

Todo esto en un poemario que la autora divide en tres partes. La primera más centrada en el mundo exterior, una segunda que parece funcionar como un espacio de transición y la tercera que encuentra a la Inma Arrabal más personal, más íntima, más hacia adentro. Es en esta última parte donde el lector habitual encontrará los textos que hacen de puente con otros poemarios anteriores. Textos que van dedicados a la familia, a los más cercanos y a los que se fueron, hilo conductor que Arrabal traza con eficacia en una buena parte de su obra literaria. La pérdida, el reencuentro con lo que tenemos y la apreciación de lo que el mundo que nos rodea nos aporta.

Libro de temáticas diversas donde uno puede encontrar algunos de los universales de la literatura, que la autora sabe conjugar con acierto, eficacia y sencillez. Gusta de leer y releer desde la indignación hacia el amor.

martes, 3 de enero de 2012

AL BORDE DEL TIEMPO AZUL DE SERGIO ARRIETA


Al borde del tiempo azul
Sergio Arrieta
Nautical Union Works editorial, 2011.
92 pp.
14 euros ( 9,90 ebook)



Si tuviera que hablar del poemario Al borde del tiempo azul a un extraterrestre previamente tendría que explicarle lo que significa la palabra desconcierto. Y supongo que me costaría, pero luego tendría que explicarle una de las bases del poemario: el trinomio religión-mitología-arcaísmo. En fin, Al borde del tiempo azul es toda una mélange entre La Biblia y El señor de los anillos. Y de ahí mi desconcierto. Tenemos dioses, walkirias, ángeles, almas, elfos, brujas, sirenas, magos, etc…

Dicen que en tiempos de crisis hay una tendencia creciente a la evasión y podría parecer que Al borde del tiempo azul, en lo que se refiere al azul, hace más referencia al cielo que al mar. Pero no es así. En el prólogo el propio autor explica la razón del color azul y el porqué de la división del poemario en dos partes. Y no es que siempre el tema central de los poemas tenga únicamente una tendencia hacia la evasión, hacia el escapismo. El propio autor también se siente preocupado por el tiempo que le ha tocado vivir y hace algunas alusiones al mismo (p.30):

“Juglares del politiqueo (…)

Equilibristas de corrupciones (…)”

Ya digo que no es lo habitual. El propio autor reconoce una deuda con Bécquer y su estilo también está presente en sus versos (p.54):

“Pero ando,

caballero moderno,

herido en el centro,

más derecho”

O en (p.55):

“(…)porque llegaba la primavera

a lomo de pájaro”

Y también en (p.26):

“Y Tú eras su único astro,

aunque no eras sol.”

Hay un gusto por lo arcaico y en determinados momentos por lo barroco y ampuloso(p. 88):

“Todo presente ya es viejo galeón,

redondo cual un sueño

que giraría alrededor de sí mismo”

Y también en adjetivaciones como “fragancias níveas” (p.83) o en los siguientes versos (p.80):

“Aquella barca de calma

abre la tinta en estelas.

Se escurre sobre el ébano

del espejo de almas de humos”

También hay alguna polémica y contundente reflexión (p.56):

“Cuando los pueblos son víctimas

de sus gobernantes, éstos lo son

de la historia de sus pueblos”

Y algunos de los cierres de poema más afortunados (p.14):

“Fue cuando sentimos el viento

en nuestros pobres rostros.

Y la imperiosa necesidad

de dejar los arroyos de barro y sangre”

Y también (p.13):

“Subió la sangre al igual

que en pozos de carne,

hirvió en manos y cráneos.

Quería volver a la mar”

Para terminar algo del poema Los cuatro elementos para captar el tono del poemario. Aquí a modo de diálogo (p.34):

“-Soy hija de elfo, nieta de bruja. Sirena

soy, sin alumbrar.

-¡No existís! ¡no existís!

-Te ahoga más tu ignorancia que la mar.

-Quienquiera que seas, devuélveme el aire, a la

tierra.

-Ven conmigo y te daré niñas mitad tú, mitad yo.

Serán como ambos. Aire y agua. Ven, acepta el

pacto”