jueves, 13 de octubre de 2011

ZOO SIN FAUNA DE ANTONIO JIMÉNEZ PAZ



Zoo sin fauna

Antonio Jiménez Paz
Ed.23 escalones, 2010
67 páginas
8,9 euros
Es curiosa la querencia del autor por los animales que viene a demostrarse con este título, Zoo sin fauna, que dudo que sea casual, básicamente porque ya viene tras otro título denominado Tratado de ornitología. Y de éste último también hay una parte en Zoo sin fauna, porque el libro de Antonio Jiménez Paz es una recopilación, una selección de poemas escogidos por el propio autor de entre toda su obra. Nos encontramos así ante una variopinta gama de temas y también de estilos, pues los inicios de Antonio Jiménez Paz son bastante más barrocos y evolucionan hacia la brevedad, hacia una frase escueta en palabras -que no en significados- ya que el autor es muy dado a las polisemias, a los juegos de palabras, a la búsqueda de un lenguaje con el que afrontar su propio yo, su propio proceso de introspección que es muy visible en el libro Casi todo es mío. Pero vayamos por partes para hablar de este Zoo sin fauna. Poemario que no debería pasar inadvertido por alejarse mucho de los cánones poéticos predominantes en la península, pero ya se sabe que en este caso la insularidad, quizá para el bien poético o tal vez para el mal, ha conservado un rictus propio muy alejado de lo que en círculos poéticos se cuece en España. Pero sigo opinando que es potente en cuanto a su constante evolución, inconformismo y reinvención.
 No sé hasta que punto ese darle tantas vueltas a la poética surge de su interés por un autor durante mucho tiempo olvidado como Félix Francisco Casanova, ahora finalmente rescatado y elevado a los altares de la notoriedad. No sé si responde a la lectura, estudio y recuperación de autores absolutamente desconocidos aquí como Antidio Cabal o quizá a su búsqueda incansable de literaturas  al otro lado del charco, fuera del influjo de lo que llamamos Occidente o Europa.
Así plantados repasar la trayectoria de Antonio Jiménez Paz es una tarea que progresa página a página y en la que uno se adentra con dificultad pues no es la poesía de Antonio Jiménez Paz una poesía que se deje aprehender con facilidad. Es una poesía que obliga a la constante relectura, al retroceso y al avance, casi como si de un campo de batalla se tratase. Y eso es lo que he hecho en la lectura de este, por otro lado, breve libro, pues la trayectoria del autor se resume en tan solo cuarenta y tres poemas que corresponden a diversas fases.
En los primeros textos encontramos una querencia por la Antigüedad grecolatina y así aparecen mitos y personajes clásicos: Fedra, Ulises, Penélope… Textos narrativos largos que a veces reflexionan, reinterpretan o teatralizan. Son los textos más barrocos del poemario -básicamente los dos primeros (p. 9-18) - y también son los más alejados de la poética última. Le siguen varios poemas  de mayor brevedad, diría que del Tratado de ornitología, donde la presencia de las aves sirve de excusa para otros menesteres poéticos (p-24):
Poblado el horizonte de pájaros
queda el pecho traspasado
al mundo del amor inventado. 
Son poemas que inducen al pensamiento y probablemente ofrecen una reflexión menos introspectiva que la que nos brinda el poemario Casi todo es mío. Aquí una muestra de la variabilidad de posibilidades que el mundo otorga donde el pájaro es un cauce, un motivo, una señal que nos conduce (p.34).
Ver lo que nadie ve:
                                               ver pájaro y volar.
Le siguen algunos poemas, menos breves pero igualmente intensos, quizá menos ocultos, más generosos en su expresión, menos herméticos. Algunas de las palabras a las que me llevan son perplejidad, y, a veces al absurdo como en los versos (p.36):
Tengo un ángel de la guarda
que es un idiota. 
En ocasiones, también la tristeza y/o el mazazo final contundente (p.38): 
El raciocinio llega tarde
y ya sin sitio
se despeña sin ser empujado. 
En otras, la contradicción y la seguridad de que sólo somos lo que poseemos, y lo único que tenemos es a nosotros mismos. Sentimiento de soledad y de certeza (p.40). 
No sé quién soy.
Sólo que me quedo.
Llama la atención las escasas referencias al territorio natal del autor, la única quizá directa que he encontrado dice (p.45):
por un viejo corredor de tea
Quizá territorio del recuerdo, no en vano el poema lleva por título La infancia en días normales.
Estos poemas dan luego paso a una muestra bastante numerosa del libro anterior del autor, Casi todo es mío (p.48-59). Libro con dos partes diferenciadas del cual ya hablé con anterioridad en Reseñados.
Muestra de la capacidad de decir mucho con pocas palabras es el poema siguiente: 
La luz convierte en mariposa
lo que la noche en animal acorralado.
El final nos aventura un tiempo nuevo, menos breve, más generoso en palabras y en longitud, con dos poemas: Parece que escribo tiempo y Pajarillo.
Buen momento para revisar la trayectoria de Antonio Jiménez Paz, poeta consolidado, en este pequeño librito, Zoo sin fauna, gozoso de leer.

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