lunes, 28 de febrero de 2011

TRANSICIONES DESDE MANUEL VÁZQUEZ MONTALBÁN EN MEMORIA.




Es difícil encontrar una obra en la que aparezca un tridente de autores tan comprometidos como el que acabo de leer: Manuel Vázquez Montalbán, José Saramago y Eduardo Haro Tecglen. Lamentablemente los tres ya han muerto. Cuánto hubieran dicho sobre esta época negra y oscura de vacíos ideológicos.

El motivo fundamental que origina este libro es un acto en memoria de Manuel Vázquez Montalbán, fallecido en el año 2003. Se edita en el 2004. Su título, Manuel Vázquez Montalbán en memoria de Serafín Palazón y Juan Carlos de Sancho.

El libro llegó a mis manos de casualidad y de rastro. No es una novedad, casi es una reminiscencia.

Las palabras de Haro Tecglen en su epílogo recordando un duro poemario de Vázquez Montalbán, Praga, me han sugerido una relectura de algunos de sus versos más perturbadores y a la vez más reveladores:

el mar estanque
paraliza el horizonte
barcos sin estela
cadáveres a la deriva de su propia sangre.

Y también:

los invasores
fusilaban archivos
borrachos de memoria bárbaros
hartos de carne humillada
y ofendida.
Y:

sombras de amenazas gritos himnos
la obscenidad del tanque enhebrando ventanas.


Es probable que Vázquez Montalbán no sea tan famoso por sus versos, incluso muchos desconocerán el libro del que estoy hablando. Quizá fuera necesaria una relectura de esta obra en este oscuro mundo donde la ideología predominante se fabrica en papel.

Vázquez Montalbán, Haro Tecglen, Saramago, cúanto os echamos de menos. Como diría Philippe Forest, Sarinagara. Si leen el libro ya me entenderán. Cuánto de memoria, cuánto de pérdida. En palabras del poeta japonés Kobayashi Issa, en sus enigmáticos versos:

sólo rocío
es el mundo, rocío,
y sin embargo.

Un paréntesis abierto como la vacuidad de la pérdida y el vacío intelectual que sólo dejan los grandes.


Manuel Vázquez Montalbán en memoria de Serafín Palazón y Juan Carlos de Sancho, El rinoceronte de Durero y el Gobierno de Canarias, Islas Canarias 2004.

Sarinagara de Philippe Forest, Sajalín editores,Barcelona 2009 (Se puede consultar la reseña de este libro en este mismo blog)

Praga de Manuel Vázquez Montalbán, Ed. Lumen,colección Ocnos,Barcelona 1982.

CUENTOS CHINOS DE ALEJANDRA DÍAZ-ORTIZ


Cuentos chinos
Alejandra Díaz-Ortiz
Trama editorial, 2009
85 pp
12 euros


Da la sensación de que el lector debe estar preparado para leer Cuentos chinos, básicamente porque en seguida descubre que en el libro no hay relación alguna con el país asiático y que la autora procede de México. Y ahí es donde entra la precaución, porque entonces debemos entender que la licencia poética nos llevará por un recoveco engañoso. Para terminarlo de arreglar, y a modo de colofón, descubrimos que “el amor es un cuento chino”. ¿Quizá un engaño?, ¿una mentira?...


Hace tiempo que descubrí que la cotidianidad es un terreno altamente ficcionable -Cotidianos, Ed. Isla Varia 2008-. En este caso la autora, Alejandra Díaz-Ortiz, de cuya vida sólo sabemos que ha nacido en México y se define como analfabeta pasional, parte de una realidad cotidiana para ficcionarla. Muchos de los relatos que encontramos, pues también hay algunos microrrelatos, parten o hablan de ese mundo tan cotidiano, pero a la vez tan rico en matices y posibilidades, que es el mundo de la pareja, de las relaciones humanas, del amor pero, y espero que me lo permita la autora, desde una óptica cuasi doméstica. El presente libro es un libro que bien entenderán las mujeres y que a los hombres nos aportará un contrapunto a nuestra visión de la vida. Seguro que ellas me entenderán. Por lo tanto es un libro que disfrutarán porque los relatos de Alejandra Díaz son relatos ingeniosos hechos con el corazón. Unas veces con un corazón espinoso, otros con un corazón quejumbroso, otras con un corazón amante.


Para empezar, un prólogo de Luis Eduardo Aute y, luego, un mundo de realidad, sí realidades, hechas cuento con un material narrativo reducido al mínimo, donde la paradoja, la frase final rompedora juega un papel esencial. Cuentos cortos, fácilmente digeribles pero que pueden caer como un mazazo en el lector, simplemente porque nos enseñan que la vida también contiene el material narrativo que nos muestra Alejandra. No encontraremos textos complicados, ni recursos estilísticos enrevesados pero sí que nos harán pensar.


A veces frases contundentes:
“Pero lo que sí me ha jodido de mi muerte es esta puñetera certeza de no volver a respirarte”.
Muchas veces es la paradoja la que fundamenta la historia como en su magnífico Karma. En otras ocasiones la obviedad resulta el terreno abonado para la mayor de las paradojas (No hay que llevar el trabajo a casa) o sustenta una realidad basada en la propia mentira (Ya….).


Lo imposible se hace real y lo deseado se convierte en una realidad que jamás hubiera uno querido que sucediera (A grandes males, grandes remedios).


Y, puestos a poner, la autora también demuestra que no todas las mujeres necesitan encontrar al príncipe porque en muchas ocasiones el príncipe puede convertirse en rana o situarnos en terreno pantanoso (Amor al primer verso).


Pero a Alejandra Díaz-Ortiz también le puede la curiosidad y la búsqueda de los intrincados significados de las palabras y sus posibilidades - (Per)versiones -.


Hay relatos que dejarán al lector perplejo (Sonrisa número quince o en Reflejo condicionado).


También hay un lugar para la crueldad, para el desajuste de los amantes, para descubrir que a veces las cosas nos ocurren a destiempo cuando a nuestro amante le hubiera gustado que ya hubieran sucedido y el amor acaba languideciendo (Hubo una vez que un hombre muy guapo me amó).


La anécdota es un territorio prolífico para la autora (La última voluntad), también he hablado de la paradoja (Una amiga de verdad) o el cliché (Por amor).


Sorprende como las situaciones más tristes, más desagradables también pueden ser tratadas con una cierta sorna como en 1536. Y esa misma sorna nace de la propia realidad en el relato Israel, donde el protagonista pretende cambiarse el nombre en el registro civil pues no desea ser un sinónimo de “matar niños, civiles inocentes o de guerra” (p.70)


Algunos de los relatos más interesantes llevan el número del diablo como título –aconsejo fervientemente que encuentren la explicación al 666- o el escatológico relato de lo que se puede dar o quitar en Página de sucesos.


Uno de las historias que jamás nos gustaría protagonizar, por su dureza, es La llamada del mes.

Y, probablemente, uno de los que más me ha gustado es Pantalón de vestir, por su capacidad para buscar la contradicción a la vez que por su contundencia al mostrarla.


Descubran en Cuentos chinos estas pequeñas o grandes mentiras encubiertas, déjense también engañar aunque no sean chinos o chinas y quizá, y a pesar de todo, crean en el amor. Bueno, si lo desean.

lunes, 7 de febrero de 2011

TIEMPO DE VICENTE LUIS MORA


Tiempo
Vicente Luis Mora
Ed. Pre-Textos, 2009
93 pp.
15 euros

Tiempo de Vicente Luis Mora (1970) debe ser un eslabón más de la literatura en construcción o de las pasarelas que crea el autor. Un eslabón de un proyecto literario en constante erupción y definición. Una tarea en la que uno puede adentrarse simplemente con observar su blog, Diario de Lecturas.


Para empezar Tiempo no es un poemario al uso, pues mezcla diversas técnicas que van desde la poesía más lírica hasta la poesía visual, el uso de imágenes, la variación de textos poéticos y narrativos, etc. Todo es válido en la construcción del autor que percibe el mensaje como un todo compuesto de submensajes, al igual que la televisión puede observarse también a través del zapeo.


Trabé contacto con la literatura de Vicente Luis Mora a través de su novela Alba Cromm por lo que ya conocía la manera de entender la escritura del propio autor, pero debo decir que éste es el primer poemario suyo que leo.


Desde un primer momento el lector descubre que los referentes poéticos del autor están fuera de la propia poesía y fuera de ese contexto deben ser tratados. Son la física y la química (p.15):


Según Heisenberg
se puede saber
el lugar
donde están mis partículas
o su dirección,
pero no las dos cosas
al mismo tiempo.

Ante esta dificultad a la hora de hallar referentes, siquiera asideros, lo mejor que puede hacer el lector es avanzar en la lectura de Tiempo y captar la complejidad de algunos de sus textos (p.17).


El tiempo es solución
para la disolución


De la máxima de Heisemberg puede deducirse entonces la fractura de todas las cosas. La fractura del tiempo, la fractura de nosotros mismos. Y esa misma fractura crea visiones distintas de las mismas cosas (p 18).


El sujeto es arena
visto desde fuera,
compacto;
disgregado,
desde dentro.


Pero algo de luz nos arrojan las palabras del autor entre tan intrincados principios (p19):


El mundo es física
y nosotros, química.


Una de las dificultades que tenemos es clasificar el mundo, la realidad, y saber por qué se ordena de tal manera (p20).


La realidad
es igual
en todas partes.
Lo que ignoramos
es cómo se ordena.
Por qué
se ordena.


Como si la química y la física se hubieran combinado secretamente o como si un alquimista hubiera descubierto el secreto de la creación, tenemos una dificultad, no disponemos de las claves (p21).


No tenemos
el libro
de fórmulas


En nosotros subyace parte de la argamasa que hace posible la materia (p23).


nada mas poderoso
que la materia
uniéndose al producto
de la boca


Hay momentos en que Tiempo parece contener algo así como un misticismo científico. Y sin embargo, el autor nos va dando algunas claves para alcanzar el objetivo. Quiere decirnos que el no tener nada, el vacío, nos hará ser más felices (p25):


Lleno de cosas
(…)
se llama desierto
(…)
y quedo hueco,
feliz.


La poesía de Mora también nos ayuda a construir la realidad y otorga una dimensión a las cosas y al pensamiento que, por separado, parecen no tener sentido. Para el autor es importante la poesía porque nos sitúa en el espacio; la filosofía, porque coloca el pensamiento frente al sinsentido y el arte porque construye el espacio como un ser vivo (p26).


Pero como el propio autor afirma con rotundidad, la incertidumbre no la crea el principio de Heisemberg, al cual vuelve, sino Dios (p36). Y bajo tal premisa parece Mora aceptar su existencia. Curioso podría parecer que un poemario basado en principios tan científicos aluda a Dios, si no es para contraponer lo uno a lo otro. El principio científico, aquí hecho verso, al principio deístico.


Y del principio científico nadie se salva, porque hoy en día es tan fácil unir los puntos dispersos del mundo con el Google Earth (p.41)


Por todo ello, según Mora, el ser más inteligente es el que se acerca más por su modo de vivir a lo que será al final. Si uno vive en el vacío, desprovisto de cosas y objetos, antecede con su postura a la nada en que nos convertiremos (p47):


Nuestro destino
es la nada
(..)
Y el hombre más vacío
sólo es más inteligente.


Y a continuación, y casi de forma cruel, nos sitúa en lo que somos, nos diluye en la inmensidad del conocimiento (p48):


La angustia
vertical
de la existencia
en grupo:
esos granos de arena,
esos millones iguales,
todos nosotros.


Así la metáfora adquiere sentido, el desierto es la sociedad y cada uno de los granos, un individuo.


Una prueba más del enfrentamiento Dios-conocimiento se plasma en los versos (p51):


Si hay Dios,
es un suicida,
y si no el Caos
hace honor
al nombre.


Al fin y al cabo no estamos seguros de lo que sabemos y de todos nosotros sólo quedarán nuestros objetos.


El desierto, la sociedad, no está vacía, está llena del tiempo de todos los individuos que la componen, como el desierto está lleno del tiempo que tardó en construirse cada una de las motas de polvo que lo constituyen (p67):


Sí, quizá,
a pesar de todo
nos valga la imagen
del desierto
como explicación
del mundo


Y, al igual que la máxima de Heráclito, nadie cruza el mismo río dos veces (p70):


nadie puede
pisar dos veces
la misma arena

Dejemos que Tiempo de Vicente Luis Mora nos diluya por unos instantes en un tiempo de grata lectura