lunes, 24 de enero de 2011

EL MAL ABSOLUTO DE JOSÉ LUIS MUÑOZ


El mal absoluto
José Luis Muñoz
Ed. Algaida, 2008
309 pp
20 euros



Algunos descubrimos los campos de concentración nazis a través de aquel pavoroso libro llamado Deportación. Más tarde tuvimos ocasión de leer el best seller de Gerald Green, Holocausto que, posteriormente, se convirtió en serie televisiva con gran éxito en los años 70. Todos comprobamos la eficacia alemana en la maquinaria de exterminio tanto como en la maquinaria de guerra - ver Las armas secretas alemanas de Briand Ford-.

El mal absoluto de José Luis Muñoz habla del holocausto y de los campos de exterminio, aunque la acción del libro se desarrolla mucho después. Aprovechando la celebración del aniversario de la liberación de Auschwitz un equipo de la televisión alemana ZDF entrevista a un oficial de la SS, Günter Meissner, que estuvo allí tras ser herido en el frente ruso. Lejos de arrepentirse de sus actos, lo que hace es enorgullecerse y justificar lo que pasó basándose en el momento histórico y en el ascenso al poder de Hitler. Como contrapunto a este personaje, la televisión también entrevista a Yehuda Weiss que coincidió allí, en Auschwitz, como víctima. La narración continúa en un extraño juego en el que los papeles de víctima y verdugo tienden al final a intercambiarse en un original juego de espejos.

Pese a que la trama de la novela no es excesivamente complicada, el punto fuerte de la misma es lo real y bien trazados que están los perfiles psicológicos de ambos personajes: Günter Meissner y Yehuda Weiss.

El autor ha tenido que estudiar bien algunos aspectos de la vida en Auschwitz, sin embargo utiliza a la perfección ese material en el punto justo para no aburrir, poniendo la información en boca de los personajes en lugar de dejarla en manos del narrador que hubiera sido más fácil.

Ya había tenido ocasión de leer a José Luis Muñoz en una obra posterior, La frontera sur. En el caso de El mal absoluto el conflicto se sitúa en primer plano, como si el pasado retornara, como si se hubiera cerrado en falso. Y J.L Muñoz pone en boca de Yehuda Weiss y de la entrevistadora, Eva Steiger, la denuncia de los juicios de Nuremberg. Se pregunta cuántos de los que intervinieron en el exterminio nunca fueron juzgados. Günter Meissner fue uno de ellos.

Otro de los aspectos a destacar por el que sobrevuela el libro son los experimentos con prisiones que se llevaron a cabo. Ya tuve la ocasión de reseñar un libro en el que se hablaba de experimentos médicos en campos de concetración con detalle -Doctores del infierno de Vivien Spitz-. José Luis Muñoz a través de sus personajes narra algunos de estos experimentos.

En general podemos pensar que el tema de los campos de exterminio ya ha sido ampliamente tocado en la literatura y en el cine. Sin embargo, José Luis Muñoz tiene la habilidad de narrar los sucesos fuera de ese tiempo histórico, basando el nudo narrativo en la acción-reacción de los personajes y acercándose más a una novela psicológica.


El mal absoluto fue premiado con el XI Premio de novela Ciudad de Badajoz.

lunes, 17 de enero de 2011

CHÉJOV COMENTADO DE ANTÓN CHÉJOV


Chéjov comentado
Antón Chéjov
Edición y prólogo a cargo de Sergi Bellver
Comentarios:Jon Bilbao, Matías Candeira, Luis Alberto de Cuenca, Óscar Esquivias, Ignacio Ferrando, Hipólito G. Navarro, Víctor García Antón, Eduardo Halfon, Juan Carlos Márquez, Ricardo Menéndez Salmón, Elvira Navarro, Salvador Luis, Marta Rebón, Care Santos, Eloy Tizón y Paul Viejo.
Traductores: James y Marian Womack
Nevsky Prospects, 2010
318 pp
22,50 euros

Que a estas alturas un clásico nos pueda parecer imprescindible es poco menos que una perogrullada. Mucho más si ese clásico es un autor ruso del siglo XIX y tiene como apellido Chéjov.

Tuve la ocasión de asistir a la presentación del libro Chéjov comentado que sirvió acaso también de presentación de la propia editorial, Nevsky Prospects, en Barcelona. Allá estuvieron sus traductores, James y Marian Womack; su editor, Sergi Bellver; uno de los comentaristas, Jon Bilbao, y el escritor Fernando Clemot como maestro de ceremonias. De sus palabras, de las propias palabras del editor, Sergi Bellver, y en dichas palabras, uno encuentra la explicación a la pregunta. Seguro que habrá quién pueda preguntarse, no sé si con razón o sin ella, qué necesidad había de volver a traducir a Chéjov (1860-1904) y de volver a publicarlo puesto que sus obras nos han llegado ya en diversas ediciones y se encuentran también en bolsillo (Yo mismo poseo, al menos, un par de ediciones de los cuentos de Chéjov: La dama del perrito y otros cuentos, Ed. Orbis, 1982 y Cuentos de Chéjov, Ed. Vergara, 1964, amén de una recopilación denominada Maestros rusos, en cuyo volumen tercero también aparecen cuentos de Chéjov, ed. Planeta, 1962) Quizá habría que explicar que se cumple el 150 Aniversario de Antón Chéjov pero también habría que adentrarse en el propósito último del libro que no es más que establecer una mirada sobre el autor ruso desde la perspectiva de dieciséis escritores actuales. El de mayor edad nacido en 1950, el más joven en 1984. Y esta visión da lugar a numerosas perspectivas, comentarios e, incluso, algún relato y un divertimento a modo de J´acuse. Pero no nos adelantemos. Quizá primero decir qué vamos a encontrar en el libro. Inicialmente el prólogo de Sergi Bellver. Seguidamente un total de dieciséis relatos de Chéjov y también dieciséis comentarios a cerca de dichos relatos. Comentarios que vienen de los siguientes autores: Jon Bilbao, Matías Candeira, Luis Alberto de Cuenca, Óscar Esquivias, Ignacio Ferrando, Hipólito G. Navarro, Víctor García Antón, Eduardo Halfon, Juan Carlos Márquez, Ricardo Menéndez Salmón, Elvira Navarro, Salvador Luis, Marta Rebón, Care Santos, Eloy Tizón y Paul Viejo.


Del prólogo de Sergi Bellver recomiendo encarecidamente leer el último párrafo – en realidad recomiendo leerlo todo, pero esto especialmente – pues constituye una suprema muestra de amor a la literatura y una declaración de intenciones. Baste una pequeña parte del texto como ejemplo: “Escribimos porque creemos que a nuestra luz los lectores podrán mirar lo real del mismo modo en el que lo percibimos o, mejor aún, de una manera distinta pero complementaria a la nuestra. Escribimos para preguntarnos juntos” (p.24).


Uno podrá compartir o no la selección de los relatos. Hay quien echará en falta La dama del perrito o quizá algún otro. Yo agradezco especialmente la publicación de Tristeza, Enemigos, Desdicha y Ostras.


En todos ellos encontraremos una de las características fundamentales de la narrativa chejoviana basada en la importancia del detalle. Chéjov es un maestro a la hora de crear una narración prácticamente de la nada, por ejemplo en Pequeñeces o El amanuense. De su meticulosidad en la construcción ya hablé no hace mucho con motivo de la reseña de Cuaderno de notas, Ed. Páginas de Espuma-La Compañía, 2010 en donde podremos encontrar los entresijos de su escritura. Entresijos que voy a intentar destacar en los relatos de este Chéjov comentado. Porque no sólo es un maestro del detalle, lo es también de la psicología en la construcción de los personajes. Las Bellas nos plantea cómo un hecho similar nos provoca un efecto diferente en función del momento en el que nos llega. En el relato uno llega a ver la profundidad psicológica con la que Chéjov plantea sus personajes. Me quedo también con unas palabras de Luis Alberto de Cuenca en su comentario: “la costumbre no engendra tristeza, sino renuncia, conformismo, resignación” (p. 44). Pero Chéjov es fundamentalmente un autor que pisa con los pies en el suelo, es médico y odia la incultura y la superstición porque capta el daño que puede llegar a hacer. El misterio constituye un alegato contra la superchería y la incultura. Una denuncia de la propia imbecilidad. Incluso una personalidad importante, como el consejero Navaguin, puede verse engañado por la superstición. Como resuelve Ignacio Ferrando es un “reconocimiento de la propia estulticia” (p 57).


Matiz a matiz nos topamos con Casa con mezzanina, donde Chéjov plantea la imposibilidad del amor entre dos mundos opuestos: el de un artista, cultivado y elitista, y el de la maestra, Lida, que vive la crudeza de la realidad. Aunque no es propiamente la mujer, Missius, de la que se enamora el pintor, pero sí la que impide ese emparejamiento. En el relato también destaca el contenido de las acaloradas conversaciones que mantienen la maestra y el pintor que muestra la disparidad de ambos mundos. En su comentario, Eloy Tizón destaca la capacidad de Chéjov para “capturar en su fina malla los matices fugaces” (p.87), esos pequeños matices que sirven al autor para construir historias y de los cuales ya he hablado. Y cuando el detalle se convierte en el punto sobre el que aguarda el funesto final nos llega Quiero dormir. Un relato en el que el lector llega a ponerse en el lugar de la protagonista, la niñera Varka, y justifica el fin que aguarda, a pesar de la crueldad porque la realidad también es cruel. Esclavizada de noche y día e incapaz de poder descansar ni un solo minuto. Eduardo Halfon se pregunta si “¿no es la nimiedad la materia prima del cuentista?”(p. 100). Nimiedad y matiz, matiz que es más que motivo para cometer una acción tan despreciable como el asesinato pero que también constituye la única solución para deshacer una injusticia. En esa crueldad se encuentra el protagonista de El hombre enfundado; narra porqué un hombre se deja morir al verse ridiculizado. Salvador Luis destaca con acierto la naturaleza de un ser “intratable, aprisionado por las normas sociales y el-qué-dirán” (p.129). Crueldad que justifica las acciones de Yakob en El violín de Rothschind y que nos desentraña una historia de arrepentimiento. Marta Rebón relaciona al personaje principal de la historia, Yakob, con el propio autor, en ambos el arte les otorga un sentido a la vida dado que tanto Yakob, el violinista, como el propio autor viven en dos mundos: el de Yacob como fabricante de ataúdes y el de Chéjov como médico. La música y la escritura les dan una razón para la vida, argumento que ya nos suena en el relato Casa con mezzanina donde el pintor mantiene una postura en la que su mundo se sostiene por su amor al arte.


También es común en Chéjov esa sátira comedida que se manifiesta en numerosos relatos. En En Moscú a un bohemio autor sólo le queda una cosa que hacer en la vida. Suicidarse. Óscar Esquivias capta bien la esencia de la narración para deconstruirla y crear un nuevo relato, Temblad, filisteos.


Seguidamente vienen tres de los cuentos que más me han gustado: Tristeza, Enemigos y Desdicha. En Tristeza destaca la pena que produce no el saber de la pérdida que ha sufrido el protagonista, un cochero, sino la desdicha de no saberse escuchado por nadie. Chéjov huye del sentimentalismo, al contrario de lo que haría un autor romántico. Víctor García Antón destaca la renuncia “a compartir su existencia con otros hombres” (p. 177) al sentirse rechazado por los que le rodean.


En Enemigos se ahonda en la contradicción de dos circunstancias adversas. Por un lado la muerte de un hijo y por el otro la cuasi muerte de una esposa. El autor va tirando del hilo para mostrarnos el porqué de esa contraposición en la que Ricardo Menéndez Salmón destaca, en un magnífico análisis, la historia de la fatalidad y de la imposibilidad del perdón para lo cual nos desmenuza la literatura chejoviana y la carveriana en un texto de análisis literario más que recomendable.


En Desdicha pasamos de la fatalidad al cuasi terror con un punto gore, incluso. Y en Incidente ocurrido a un médico vuelve a aparecer la figura del doctor que ha ido siendo personaje principal en más de un relato.


Grisha nos habla de la ternura del descubrimiento de la realidad por parte de un niño.


Confesión da pie a Paul Viejo a crear un texto aguerrido contra Chéjov a modo de J´acuse, cuyo inicio es más que una declaración de intenciones a modo de divertimento: “Ocurre quizá demasiado a menudo que a Chéjov, como al militar de cualquier país que jamás ha entrado en combate, el valor se le supone” (p. 261). Intente el lector -de acuerdo o no con el comentarista- seguir el razonamiento, ejercicio cuando menos literariamente interesante.


El último relato, Ostras, parece ser una premonición del inmediato futuro de Chéjov después de su muerte tal y como destaca Hipólito G. Navarro. Chéjov fue transportado tras su fallecimiento por un tren cargado de ostras, en cuyo vagón fue depositado para conservarse.


Tras este pequeño pero somero recorrido por el contenido del libro y tras haberlo leído no ya con atención, sino con delectación, puedo decir no sólo que Chéjov comentado es un buen libro, sino que diría que es uno de aquellos libros que no podemos dejar pasar si amamos la literatura, aunque tengamos la desgracia de no ser rusos para leerlo en su idioma original.