lunes, 26 de diciembre de 2011

LA INUNDACIÓN DE YEVGUENI ZAMIATIN



La inundación
Yevgueni Zamiatin
Traducción de Marta Rebón
Prólogo de Marta Rebón y Ferran Mateo
Ed. Alfabia, 2010
85 pp
13 euros 
Este pequeño librito, que presupongo es bastante desconocido para el lector español, es toda una joya. Es verdad que su autor, Zamiatin, siempre ha quedado en una segunda fila en la fotografía de la potente literatura rusa del XIX tras los Dostoievski, Tolstoi, Chéjov, Gorki, Bulgakov, etc… Y no es que el argumento de La inundación sea extremadamente complicado, más bien al contrario. La historia de la inundación de un río, el Nevá, tras la que se esconde un drama de infidelidad, de celos y de palabras no dichas.  Lo magistral del texto es la capacidad de Zamiatin de penetrar en la psicología de los personajes, sobre todo de Sofía. De bucear en sus pensamientos e ideas para crear una historia en nada lejana a pesar  de esos aproximadamente ochenta años transcurridos desde su escritura. Una historia a medio camino entre la intriga y la novela psicológica.
Trofim Ivánich es un trabajador casado con Sofía y con la cual no ha logrado tener ningún hijo. En el piso de arriba de la misma vivienda se encuentra Ganka, una joven que ha quedado huérfana, y que viene a unirse a la pareja tras quedarse en esta situación de soledad e indefensión. Aquí se inicia un loco amor de Trofim por Ganka que es descubierto por Sofía. En ese momento los hechos se precipitan. Al poco sobreviene la inundación que es también la forma, la metáfora, con la que el autor va asociando los sentimientos in crescendo de Sofía hasta un nuevo episodio inundatorio y el desenlace final.
Uno de los aspectos destacables de la manera de plantear la novela es una linealidad simple, así como un círculo de personajes relativamente corto, que creo no llega a la decena, siendo tres los importantes. Con este equipaje narrativo la parte más complicada sobreviene al ir tensando la relación y, evidentemente, en el desenlace final que Zamiatin maneja con maestría. A veces da la impresión de encontrarse uno con las visicitudes de Kurtz en El corazón de las tinieblas, en esa especie de demonio que llevamos dentro incluso las criaturas más angelicales. El realismo que refleja el ruso es uno de los puntos a destacar que acercan la narración al lector poniéndole en un brete.
Disfrutará también la lectora de novelas victorianas a mi modo de ver por el protagonismo que alcanzan los personajes femeninos, Ganka y Sofía, y por el fiel reflejo de la dureza de la vida de las mujeres en aquel pasado siglo XIX y principios del XX. Es pues, desde este otro punto de vista, una lectura más que recomendable también para las lectoras que quieran ahondar en el machismo imperante y las duras condiciones de vida a la que la mujer rusa estaba sometida.
Recomendación aparte merece el prólogo de Marta Rebón y Ferran Mateo para entender el universo literario en el que se encontraba Zamiatin y sus vicisitudes desde la admiración revolucionaria hasta su exilio.
Disfruten así lectores y lectoras de esta pequeña obra, no por pequeña  menos importante.

lunes, 12 de diciembre de 2011

AMOR DE ARTUR DE X.L. MÉNDEZ FERRÍN


Amor de Artur
X.L. Méndez Ferrín
Traducción de Moncha Fuentes
y de Xavier R. Baixeras
Introducción de Constantino Bértolo
Ed. Impedimenta, 2009
170 pp
17,90 euros

X.L.Méndez Ferrín es una autor consagrado dentro de las letras gallegas, una voz de referencia, incluso ha sido propuesto diversas veces para el Premio Nobel de Literatura, pero quizá un poco menos conocido en el resto del país. Con Amor de Artur, libro escrito hace más de veinte años y reeditado por Impedimenta, descubrimos el mundo mítico del autor. Un mundo que en realidad no existe, más que en la mente del escritor, aunque quizá en la mítica Tagen Ata, lugar en el transcurren los cuentos de Amor de Artur, confluyen características de un territorio a veces reconocible como la Galicia de las leyendas, del pasado celta, lejos de los tópicos de los gallegos, del pensamiento conservador y del lugar donde nació un dictador. No en vano el autor, X.L. Méndez Ferrín, ha militado en partidos políticos de cariz independentista gallego. Esa intrahistoria política, convertida en filamento literario, se palpa en los cuentos en los que uno se adentra para encontrar a veces pequeñas historias y, otras veces, narraciones de carácter legendario.
Antes de adentrarme en el contenido del libro, no quiero dejar de destacar el interesantísimo prólogo de Constantino Bértolo que critica la tendencia centrípeta a excluir las otras literaturas por excéntricas. Destaca el papel de Méndez Ferrín dentro de la narrativa gallega y, asimismo, de la española, aunque haya todavía muchos que no quieran saber que la periferia, en algunos autores, se constituye en centro. Bien por ese prólogo valiente.
Componen este libro cinco cuentos, uno de los cuales, el primero, da título al conjunto, Amor de Artur. El volumen se inicia nada menos que con la reinterpretación de un mito artúrico. El autor para ello se sitúa en un estilo a veces demasiado arcaico y su lectura se hace lenta. Es uno de los aspectos que uno detecta en seguida. Méndez Ferrín se demora con las palabras y las descripciones. El lector ávido de este tipo de narrativa encontrará en el gallego un pozo.
Los cuentos restantes hablan de realidades e historias diversas. En Familia de agrimensores encontramos la extraña relación de dos mujeres que entran en contacto. Una, huyendo del recuerdo de una guerra, la otra la toma a su servicio. El ambiente de posguerra, bien trazado, nos recuerda quizá una guerra muy cercana a pesar de que no debemos olvidar nunca que hablamos de Tagen Ata, ese territorio mítico que, tal vez, sólo existe en la mente del autor.
En Calidad y dureza la extraña búsqueda de un autor que se convierte en obsesión, tras el cual se esconde el mito de Tagen Ata y de su cultura. Mito que trasluce la necesidad de encontrar los orígenes. De hecho es uno de los temas recurrentes en este libro, cuento a cuento.
En Extinción de contactos el protagonista es un cantante que, bajo el recuerdo de Tagen Ata, disfruta de una vida nada saludable inducido al vicio de sexo y alcohol. Un cantante famoso con una remembranza común a los personajes de este libro.
El último relato, Fría Hortensia, quizá  es el de mayor intensidad,  también uno de los más largos y que constituyen la base, junto con el primero de este libro. Siguiendo la estela de los anteriores tiene detrás todo un mundo mítico y lleno de sensaciones. En este cuento, una anciana mujer, algo así como una bruja, cita en su casa a un conjunto de adolescentes para narrarles una historia antigua, muy antigua. Una de esas historias que abren caminos y donde se entremezclan otras tantas cosas.
En  resumidas cuentas, Amor de Artur contiene cinco relatos que bajo un universo mítico, con gran dominio del lenguaje, los símbolos y la sensualidad, nos acerca a esa tierra legendaria llamada Tagen Ata. ¿Quieren descubrirla?

lunes, 21 de noviembre de 2011

EPIGRAFÍAS DE MANUEL RIVERA MORAL


Epigrafías
Manuel Rivera Moral
Silva Ed, 2011
77 pp.
10 euros

Trazar una ruta por lugares que el autor considera imprescindibles o quizá llegar a conocer a los personajes que a Manuel Rivera Moral (1962), autor del poemario Epigrafías, le parecen importantes. No siempre lugares especialmente conocidos ni personajes necesariamente muy renombrados. Epigrafías parece recorrer el epitelio literario del autor.

Dice la Real Academia de la Lengua en su diccionario que epigrafía es la ciencia cuyo objeto es conocer e interpretar las inscripciones. Sin duda de inscripciones hablamos pero también de huellas, de testimonios, de palabras que el tiempo deja, de historias que el viento trae.

Divide el autor su libro en tres partes. La primera, plagada de escenarios -Delfos, Parnaso, Castillo de Montaigne, Central Park- y de personajes -Prometeo, Orfeo, Dylan, Sísifo, Mesalina, César-... Estos sólo en el segundo poema. De eso se trata, de interpretar lo que el autor nos acerca que no son sino pequeñas intrahistorias a las que da forma de poema. El propio Manuel Rivera nos hace partícipe de sus intenciones poéticas desde un primer momento y deja muy claro el propósito (p.9):

En un principio, escribimos
por atraer las cosas
y llevarnos la vida con nosotros.

A lo largo de los poemas, muchos de ellos arraigados en el clasicismo griego y romano, suceden pequeñas cosas. No sabemos si realmente sucedieron de ese modo, pues el autor se convierte en el cronista de estos pequeños acontecimientos (p.17):

Explica el epitafio: “conocí el aplauso del público
mas no el triunfo de haber corrido en cuadriga”.

Y uno acaba extrayendo la esencia máxima de cada pequeña historia en pocas palabras (p.18):

“si es una vergüenza
ser el segundo hombre en el Everest
tendré que vivir con esa vergüenza”

Parece que la pequeña cotidianidad se sucede en las palabras que quedan para la posteridad, trazando minúsculos y breves retratos. Retratos que son muestra de una sutil filosofía de a diario.

No huye, sin embargo, Manuel Rivera, de intentar construir puentes desde el pasado al presente - y quién sabe si al futuro- dando en el clavo con algunos versos finales que son mazazos, demostraciones fehacientes de nuestra escasa capacidad para comprendernos y comprender (p.23):

“bajorrelieves de Nínive,
galerías del Británico,
petróleo de Irak”

Y en este camino de transcripción también hay lugar para análisis y crítica (p.25):

Aquel niño que lo miraba
sin chistar,
ahora es un hombre vivido
y lleno de debates
sobre culturas, verdades
reveladas, religiones, naciones,
misiones y “pueblos elegidos”.

Ese niño, ya hombre, podría ser cualquiera de nosotros y su historia la nuestra.

Y bien, estas Epigrafías son del pasado como del presente, o de un pasado cercano. De otros países, de otras civilizaciones, ciudades o lugares, de otras épocas y también de aquí, dejando testimonio de lo que también sucede (p.31):

Manuel Benítez El Cordobés
(...)
confiesa a su compadre Camarón,
(...)
“yo nunca mate ese animal,
me acordaría por sus ojos y mi miedo”

Quizá el poema Progresión geométrica da la medida de nuestro momento y cuán revelador resulta ser para la actualidad de codicia, crisis y miseria.

Si la primera parte del libro, Fabupoemas, habla de nombres más conocidos, la segunda, Cartas y Tatuaje, nos sitúa en el lugar de los anónimos. Así encontramos finalmente un cierto humanismo de lo cotidiano (p.58):

no se llama “maestro”
a cualquiera.

Y también en (p.60):

El amor o la amistad
-ejercicios de fe y estilo-
perdieron su mayúscula.

O (p.55):

(…) que un breve y pródigo
destierro sea
el único castigo para
estos héroes ridículos.

Palabras sencillas y contundentes, sentimientos que se aferran y se revelan terriblemente humanos, angustiosamente cercanos.

Así la tercera y última parte del libro parece retomar el principio y deja buen sabor de boca en su epílogo, no en vano el autor ha trazado a lo largo del tempo del poemario toda una trayectoria de la historia de la cultura (p.76):

Valgan lo vivido, la fábula
y el garabato.

Filosofía de vida que trasciende desde el trazo elaborado hasta el más casual.

domingo, 16 de octubre de 2011

ENTREVISTA A ANTONIO JIMÉNEZ PAZ


   


El último libro que publicaste, excluyendo esta antología, Casi todo es mío, mostraba una capacidad de síntesis y de polisemias que hacía complicada la lectura por decir mucho en pocas palabras. ¿Era ese el propósito?

Ese último libro, Casi todo es mío, no puede desligarse de los anteriores, viniendo a estar cada uno construido de una forma diferente aunque uno sea su autor. Nunca hasta ahora he escrito varios libros a la vez, lo que significa que en mi caso la escritura de cada uno viene hilada por una determinada y obsesiva atmósfera, preocupándome ante todo matizar temática y estéticamente el libro anterior. Digámoslo así: mis libros se van sucediendo, resultando cada uno una vuelta de tuerca más sobre lo mismo. En este sentido es explicable esta condensación que indicas del último, porque he ido del prosaísmo a la mínima expresión. Algo me ha hecho darme cuenta que no por más palabras, más versos, se consigue decir más de lo que se pretende, hasta tal punto que esa síntesis polisémica me ha parecido más expansiva, por sus múltiples significados y porque incomoda al lector, al que dejo en sus manos la resolución del enigma propuesto, casi un puzle, pudiendo ocurrir que su interpretación no tenga nada que ver con la pretendida por mí. Y esto me gusta. Me gusta incomodar al lector, desconcertarlo, conseguir una escritura cuya lectura sea adaptable a su propia capacidad comprensiva, allá él y sus circunstancias. Pero lo que no intento nunca es dejarlo fuera. En definitiva, que en entender, lo que se dice entender, no está el problema. Cuando alguien no “entiende” un poema lo primero que ha de hacer es acudir al médico o bien buscar otra cosa con la que entretenerse. El principal problema de cualquier libro de poemas es su falta de proposición estética, de riesgo y de sustanciosidad.

En Zoo sin fauna las páginas finales contienen poemas de Casi todo es mío, pero llama la atención esa nueva vuelta de tuerca al estilo, con esos dos poemas finales que evolucionan hacia un verso menos escueto, hacia un poema más largo. ¿Será así tu próximo libro?

Si tenemos en cuenta que Zoo sin fauna de alguna manera es antes que una antología un montaje aparentemente antológico de mi obra, asuntos bien distintos, todo tiene su explicación. Podrás comprobar que es un libro que carece de introducción, de aclaraciones previas de cara al lector, sin preliminares que lo guíen, de tal manera que este puede tomárselo como si de un nuevo libro mío se tratara. Y de hecho lo es, en cuanto que se trata de un ensamblaje de poemas escogidos -no necesariamente los mejores- de mis distintos libros y sin las correspondientes notas o indicaciones ortodoxas a pie de página sobre la procedencia de cada uno. Es por eso por lo que encuentras poemas largos en él, porque proceden de mi primera publicación y de los que aquí utilizo algunos al final de Zoo sin fauna para cerrarlo. Es al fin y al cabo otra vuelta de tuerca más a mi proposición poética, un juego leve que evita lo que para algunos debería ser una antología en toda regla de un poeta... Un juego semejante lo llevé a cabo en 2003, cuando Baile del Sol me incluyó en una colección de antologías personales de poetas canarios. Tan personal fue que incluí material disperso publicado en revistas o suplementos culturales de periódicos, no solo procedentes de mis libros publicados hasta entonces, y organizándolo todo al margen de una antología al uso. Y es que pienso que las antologías son en la mayoría de casos modos instrumentales que usan los poetas para darse importancia, avisos de que cuando un poeta publica una antología de su obra es que supone que su obra es imprescindible y merece ser actualizada, al margen de que sus lectores lo crean así. Y como la opinión de los lectores no suele llegarle al poeta ya él mismo se encarga de asegurar la vigencia de su mundo poético. Y no digamos nada de los que publican sus obras completas. Lo más grave de todo es cuando ves que son los más jóvenes los que se dedican a este tipo de menesteres, lo que ya resulta algo insoportable... Otra cosa es cuando un poeta con más o menos reconocimiento y de cierta edad puede y debe hacerlo. Sin embargo yo no creo que mi obra merezca ser antologada como tal. Ni es tiempo ni se corresponde con mi forma de entender este oficio. Por eso juego con mi propia obra cuando se me ha ofrecido una de estas oportunidades y no a creerme que soy Antonio I el Grande. Es más, si me apuras mucho y me planteas qué se puede hacer con mi obra no te extrañe que te contestara que le pegues fuego. No soy de los que conciben la poesía como algo sagrado. Casi soy de usar y tirar.

Cuando se habla de la poesía canaria siempre hay una queja generalizada desde las islas a la poca atención que se presta desde la península. ¿Es necesario irse a vivir a Madrid para que a uno le hagan literariamente caso?

Bueno, yo creo que quejarnos es propio de todo bicho viviente, aunque también me parece algo ya crónico y muy propio de los poetas. Casi su oficio paralelo. Yo caí muy pronto en la cuenta de qué iba todo esto de la poesía, y que si continué fue aceptando cierto sino. No obstante, si entendemos que el poeta es un productor de libros como cualquier otro tipo de escritor a nivel pragmático los que vivimos en Canarias sí tenemos ciertas desventajas. Por mucho avance tecnológico del que presumamos no me cabe duda de que sí que continuamos a la cola de la atención editorial, simplemente porque no estamos presentes y las cañas y la diplomacia son valores en alza. Diga lo que se diga las relaciones desde Canarias son de forma obligada de otra manera y nuestros esfuerzos exigen el doble de sudor... Así que no es que tengamos que trasladarnos a Madrid o a Barcelona porque estos centros neurálgicos sean los centros de la poesía, no. Sí lo son de las editoriales, que es un asunto muy distinto. Mientras las Islas Canarias, de toda España, es el territorio más proclive por sus características a ofrecer un espectáculo volcánico, esos centros son los más dados al espectáculo del comadreo literario-poético: todos forman partes de una lectura que otra, se emborrachan juntos y comen perdices, forman camarillas donde si no cabes en esta cabes en la otra y siempre encontrarás alguna editorial a tu medida. Desde Canarias solo puedes decir “hola, ¿cómo estás?”... Yo, por ejemplo, he presentado algún que otro libro en Madrid. Y entre el público apenas he encontrado a otros poetas que acudan por curiosidad. Si va alguno es por amistad y por no dejarme solo. Sí conozco a otros canarios que por razones laborales viven allí. Y el resultado es curioso: automáticamente crecen sus contactos y les surge la posibilidad de publicar en una editorial que no sea made in Canary. Hay que tener en cuenta que en un tanto por ciento muy elevado conseguir una publicación no depende tanto del valor de tu obra sino de relaciones sociales. Esto es así aunque no se quiera hablar de ello, aparte de que resultaría hasta feo hacerlo... Pero que conste, los canarios lloramos, cierto. Por esto y por más. Lo más grave es que otros no siéndolo ni viviendo aquí sino en tales centros neurálgicos lloren más que nosotros. Eso, aparte de una falta tremenda de generosidad, es una falta de respeto.

También da la impresión de que la poesía canaria circula por otros derroteros estéticos lejos de la tan cacareada poesía de la experiencia, ¿es la especial contribución de la insularidad?

Al menos creo que estamos inmersos en un microcosmos -eso sí, abiertos al mundo-, en un cruce inclasificable de culturas que de alguna forma influye lo quieras o no en lo que hacemos, creamos. Así como podríamos aceptar que hay una forma de ser, de hablar,  no podemos obviar que todo esto participa en nuestra manera de concebir las cosas. No es que seamos especiales ni tocados por un hada madrina ni tonterías nacionalistas o cosas de este tipo, pero sí creo que de alguna forma estamos dotados de una mirada poco común a la que será cuestión, claro, de sacarle provecho (esto sería lo inteligente por nuestra parte) en nuestro beneficio, no digamos en su aplicación a los actos creativos. Ser isleño es como jugar al fútbol fuera de un campo de fútbol. Pero esto no significa que estemos liberados de la poesía de la experiencia o de la de cualquier otra etiqueta. Aquí El Corte Inglés también existe. Vivimos en otra parte del mundo que no es la habitual, pero no en el culo del mundo como se suele decir en el argot popular. Y si así fuera, no veas qué hermoso culo que de todas partes del mundo dan lo que sea por venir a veranear. Ahora en serio, el horizonte de la insularidad no es un horizonte cualquiera.





Por cierto, que siendo tantos y tan buenos los poetas canarios, y tan desconocidos en la península, ¿por qué no hay un frente común en lugar de tantas rencillas?
 
 
Tampoco te pases, Luis, que como en botica también hay de todo. Primero, no somos tantos y, segundo,  no tan buenos todos los poetas canarios. Quizá yo sea el peor ejemplo... Pero intentos ha habido, eso sí, casi todos fallidos. Sin embargo algunos debieron haber conseguido algo más de lo poco que consiguieron, otros sin embargo menos, porque también los ha habido aprovechados. Lo cierto es que ni unos ni otros apenas han tenido repercusión. Y los frentes comunes ya sabemos que son difíciles de llevar a cabo, aquí como en Pekín. De todas formas ahí están nuestros libros. Y si los libros de nuestros mejores poetas no interesan por su intrínseco valor no creo que lo mejor sea montar un pasacalles por la Gran Vía o por las Ramblas de Barcelona, aunque a lo mejor va un día y sorprendemos a toda España disfrazados de plátanos con motitas.

Estamos en una época de cambio social por lo que la crisis nos anuncia. ¿Es un buen territorio abonado para la escritura? ¿Te plantea ese cambio temas de los que hablar?

Cualquier momento, cualquier periodo por el que atraviese tanto el individuo como la sociedad es bueno y digno para la escritura. Ninguna experiencia más fuerte para el ser humano que su propia muerte y ahí está, es uno de los temas universales de la literatura... Entonces, ¿por qué no van a ser estas pequeñas muertes sociales territorios abonados para una buena literatura? ¿Por qué no ha de participar el poeta, si así lo cree necesario, con la revulsión de su obra? Eso sí, no hay que olvidar nunca que la buena literatura permanece y que el resto se lo llevará consigo la propia crisis... Yo no sé hasta qué punto sería capaz de escribir poemas tan directos, de hecho no los he escrito, pero bastante de mi poesía conlleva una crítica general soterrada aunque muchas veces no lo aparente. Y en caso de que no, es fruto a fin de cuentas de un hombre que sufre. 





Antonio, tú eres una persona que has estudiado mucho la obra de Félix Francisco Casanova, ¿qué te parece que se le empiece a reconocer como autor?

Vamos a ver, a Félix Francisco Casanova nunca se le ha dejado de reconocer. Dentro de nuestro mundo isleño no solo es desde siempre muy popular sino que incluso como autor es y ha sido un referente útil para los estudiosos, para clasificaciones de las últimas generaciones de poetas. En la poesía hecha en Canarias, por ejemplo, hay un antes y un después de él. Creo que es España quien ha descubierto de buenas a primeras que tenía -tal como lo han tildado- su particular Rimbaud, precisamente fuera de su piel de toro, y gracias al esfuerzo de algunos admiradores suyos y de la editorial Demipage que son quienes han apostado por difundirlo más allá de nuestro territorio insular. Es un ejemplo de singularidad, como si revisásemos todo nuestro pasado encontraríamos muchas más sorpresas, grandes figuras y hechos internacionales relacionados con la literatura... Vayamos hacia atrás y ahí encontramos a un Luis Feria con su Premio Adonais y dado de lado por los estupendos estudiosos de la generación española de los 50. O Manuel Padorno. Y si llegamos al modernismo nos topamos con figuras como la de Tomás Morales y Alonso Quesada... Pero dejémoslo aquí, porque si sigo es posible que me den por loco.
 
Tu obra es básicamente poética. ¿Hay algún planteamiento de pasar a otro género?

Creo que sí... Pero en estos momentos me lo estoy planteando todo, y tal vez vaya y dé el cante con algo al estilo de Paulo Coelho, o una novela de caballerías, o algo al estilo de Corín Tellado... ¿quién sabe? España entera debe estar a partir de hoy en alerta amarilla.

Muchas gracias, Antonio. Esperamos tus próximos libros con atención.

jueves, 13 de octubre de 2011

ZOO SIN FAUNA DE ANTONIO JIMÉNEZ PAZ



Zoo sin fauna

Antonio Jiménez Paz
Ed.23 escalones, 2010
67 páginas
8,9 euros
Es curiosa la querencia del autor por los animales que viene a demostrarse con este título, Zoo sin fauna, que dudo que sea casual, básicamente porque ya viene tras otro título denominado Tratado de ornitología. Y de éste último también hay una parte en Zoo sin fauna, porque el libro de Antonio Jiménez Paz es una recopilación, una selección de poemas escogidos por el propio autor de entre toda su obra. Nos encontramos así ante una variopinta gama de temas y también de estilos, pues los inicios de Antonio Jiménez Paz son bastante más barrocos y evolucionan hacia la brevedad, hacia una frase escueta en palabras -que no en significados- ya que el autor es muy dado a las polisemias, a los juegos de palabras, a la búsqueda de un lenguaje con el que afrontar su propio yo, su propio proceso de introspección que es muy visible en el libro Casi todo es mío. Pero vayamos por partes para hablar de este Zoo sin fauna. Poemario que no debería pasar inadvertido por alejarse mucho de los cánones poéticos predominantes en la península, pero ya se sabe que en este caso la insularidad, quizá para el bien poético o tal vez para el mal, ha conservado un rictus propio muy alejado de lo que en círculos poéticos se cuece en España. Pero sigo opinando que es potente en cuanto a su constante evolución, inconformismo y reinvención.
 No sé hasta que punto ese darle tantas vueltas a la poética surge de su interés por un autor durante mucho tiempo olvidado como Félix Francisco Casanova, ahora finalmente rescatado y elevado a los altares de la notoriedad. No sé si responde a la lectura, estudio y recuperación de autores absolutamente desconocidos aquí como Antidio Cabal o quizá a su búsqueda incansable de literaturas  al otro lado del charco, fuera del influjo de lo que llamamos Occidente o Europa.
Así plantados repasar la trayectoria de Antonio Jiménez Paz es una tarea que progresa página a página y en la que uno se adentra con dificultad pues no es la poesía de Antonio Jiménez Paz una poesía que se deje aprehender con facilidad. Es una poesía que obliga a la constante relectura, al retroceso y al avance, casi como si de un campo de batalla se tratase. Y eso es lo que he hecho en la lectura de este, por otro lado, breve libro, pues la trayectoria del autor se resume en tan solo cuarenta y tres poemas que corresponden a diversas fases.
En los primeros textos encontramos una querencia por la Antigüedad grecolatina y así aparecen mitos y personajes clásicos: Fedra, Ulises, Penélope… Textos narrativos largos que a veces reflexionan, reinterpretan o teatralizan. Son los textos más barrocos del poemario -básicamente los dos primeros (p. 9-18) - y también son los más alejados de la poética última. Le siguen varios poemas  de mayor brevedad, diría que del Tratado de ornitología, donde la presencia de las aves sirve de excusa para otros menesteres poéticos (p-24):
Poblado el horizonte de pájaros
queda el pecho traspasado
al mundo del amor inventado. 
Son poemas que inducen al pensamiento y probablemente ofrecen una reflexión menos introspectiva que la que nos brinda el poemario Casi todo es mío. Aquí una muestra de la variabilidad de posibilidades que el mundo otorga donde el pájaro es un cauce, un motivo, una señal que nos conduce (p.34).
Ver lo que nadie ve:
                                               ver pájaro y volar.
Le siguen algunos poemas, menos breves pero igualmente intensos, quizá menos ocultos, más generosos en su expresión, menos herméticos. Algunas de las palabras a las que me llevan son perplejidad, y, a veces al absurdo como en los versos (p.36):
Tengo un ángel de la guarda
que es un idiota. 
En ocasiones, también la tristeza y/o el mazazo final contundente (p.38): 
El raciocinio llega tarde
y ya sin sitio
se despeña sin ser empujado. 
En otras, la contradicción y la seguridad de que sólo somos lo que poseemos, y lo único que tenemos es a nosotros mismos. Sentimiento de soledad y de certeza (p.40). 
No sé quién soy.
Sólo que me quedo.
Llama la atención las escasas referencias al territorio natal del autor, la única quizá directa que he encontrado dice (p.45):
por un viejo corredor de tea
Quizá territorio del recuerdo, no en vano el poema lleva por título La infancia en días normales.
Estos poemas dan luego paso a una muestra bastante numerosa del libro anterior del autor, Casi todo es mío (p.48-59). Libro con dos partes diferenciadas del cual ya hablé con anterioridad en Reseñados.
Muestra de la capacidad de decir mucho con pocas palabras es el poema siguiente: 
La luz convierte en mariposa
lo que la noche en animal acorralado.
El final nos aventura un tiempo nuevo, menos breve, más generoso en palabras y en longitud, con dos poemas: Parece que escribo tiempo y Pajarillo.
Buen momento para revisar la trayectoria de Antonio Jiménez Paz, poeta consolidado, en este pequeño librito, Zoo sin fauna, gozoso de leer.

lunes, 29 de agosto de 2011

LA MUJER DE OTRO HOMBRE Y SU MARIDO DEBAJO DE LA CAMA DE FIODOR DOSTOIEVSKI



La mujer de otro hombre y su marido debajo de la cama
Fiodor Dostoievski
Nevsky Prospects, 2010
Traducción: James y Marian Womack
Prólogo: Elvira Navarro
189 pp
15 euros

La lectura de este pequeño libro de Fiodor Dostoievski (1821-1881) nos plantea una duda sobre la pervivencia del patrón humorístico con el transcurso del tiempo. Al leer esta obra que contiene tres historias que se anuncian cómicas, uno percibe que el concepto y el gusto por determinado tipo de humor es cambiante a lo largo del tiempo. No sé si será  la época en que fue escrito o el concepto de humor que puede tener un ruso, o quizá el idioma en que fue pensado o la dificultad de traducir determinadas bromas, lo cierto es que con la lectura de estas tres obras breves me he sentido bastante alejado del concepto de comicidad que manejan. Todo lo más que he conseguido ha sido sonreír en algún momento. Quizá hay algo de ironía, e incluso pasajes de humor negro, y esa misma ironía sirve al autor para hacer crítica o tratar temas del momento tal y como comentaré más tarde.
Alejado de la voz de sus obras mayores –Crimen y castigo, Los hermanos Karamazov, El jugador…- pero no así del estudio psicológico de los personajes, Dostoievski nos presenta a unos seres a menudo llevados hasta el extremo o en situaciones extrañas a fin de explorar en el comportamiento de los mismos.
En Cocodrilo (1865), Iván Matvéich es devorado por un cocodrilo que se exhibe en una especie de feria. Todo el relato nos lleva por los pros y los contras de ser sacado de su estómago. El autor aprovecha la ocasión para hablar de política, economía, educación o sociedad. Algunos ejemplos puestos en boca de los personajes:
“Con él siempre se trataba del progreso y de extrañas ideas por el estilo. ¡Y a esto es exactamente a lo que lleva el progreso! (p. 34)
“Este asunto (…) ocurre cuando educamos a las personas por encima de sus expectativas” (p.34)
“La propiedad comunal es un veneno” (p.39)
Todo ello dicho con mucho humor negro, eso sí:
“…cuanto más vacía está la cabeza de un hombre, por ejemplo, menos sentirá la necesidad de llenarla” (p.56)
La segunda obra, Bobok (1873), nos habla de las conversaciones que tienen los muertos de un cementerio y en el relato volvemos a encontrar una cuantas perlas:
“Hoy en día, el humor y el buen estilo se encuentran en vías de extinción, y los insultos han sustituido al ingenio” (p.84)
¿Les suena esta reflexión?
 Y otra más:
“El más inteligente en mi opinión es el hombre que se llama tonto a sí mismo una vez al mes” (p.86)
Tampoco falta aquí el humor negro. Dos muertos se afean el uno al otro el nauseabundo olor que destilan:
“No me estoy revolviendo en mi tumba, señora, y no huelo tan mal como si lo estuviera, porque me he cuidado mucho mientras vivía” (p. 96)
Y sobre moralidad y la moral de la época otras perlas:
“…uno percibe el hedor del camposanto, entonces debe tratarse de un hedor moral” (p.107)
O bien:
“Ahí arriba (sobre la tierra) es del todo imposible vivir sin mentir, porque vivir y mentir son sinónimos” (p. 109)
A veces también el autor utiliza temas clásicos de la literatura: el ubi sunt, el poder igualador de la muerte. Temas que en la literatura española aparecen en las Coplas a la muerte de su padre de Jorge Manrique:
“Ahí arriba era un general, ¡pero aquí es una mierda!”
Y también en:
“Aquí se pudrirá en su tumba, y todo lo que quedará de usted serán seis botones de bronce” (p. 111)
Por último, la tercera obra, La mujer de otro hombre y su marido debajo de la cama (1848), parece una historia de enredos al más puro estilo de la comedia de Hollywood en el que dos personas mantienen un extraño encuentro frente a un edificio y acaban compartiendo una serie de peripecias que se van poco a poco enredando más.
Probablemente, la mayor virtud de esos tres pequeños textos no sea su comicidad, quizá sí en su tiempo y en su espacio natural, sin embargo a nosotros nos llega mejor el testimonio de una época de cambio con roles morales en agitación, asuntos políticos en proceso de transformación, una sociedad que va camino del siglo veinte y deja atrás una moral falsa y caduca. Asimismo otro de los aspectos destacables es la capacidad del autor de reflejar diversidad de comportamientos. Sus personajes no son tipos, son auténticos y pese a su comicidad, a veces llevada a extremos insospechados (el hombre devorado por un cocodrilo hablando desde su estómago), resulta un mosaico más que interesante del comportamiento humano.

lunes, 8 de agosto de 2011

¡COMPROMETEOS! DE STÉPHANE HESSEL



¡Comprometeos!
Stéphane Hessel
Ed. Destino, Imago Mundi, 2011.
Traducción de Rosa Alapont
95 pp
7,5 euros

¡Comprometeos! nace a rebufo del sorprendente éxito conseguido con ¡Indignaos! Sin embargo si podemos perdonar hasta cierto punto la escasa elaboración del contenido intelectual en ¡Indignaos!, resulta cuanto menos decepcionante esta segunda parte.
Este segundo libro toma forma de una larga entrevista de Gilles Vanderpooten a Hessel, pero en definitiva no aporta mucho más a lo ya dicho. Pese a que el libro tiene novena y cinco páginas, realmente el contenido de la entrevista abarca tan solo desde la veintiuno a la setenta y nueve.
Las primeras hojas son un prólogo de los autores. A continuación una biografía de Hessel, por si no sabíamos quién era (cómo no lo íbamos a saber si probablemente el lector de esta segunda parte ya había leído la primera). Luego, la entrevista dividida a su vez en ocho partes.
Vamos a comentar algunas de las ideas que se desarrollan, previniendo de las obviedades que contiene el libro. En Resistencias contemporáneas se parte de la idea de la distancia entre los políticos y los ciudadanos, en especial de los jóvenes. Seguidamente aparece un segundo apartado sobre una palabra gurú en el siglo XXI: sostenibilidad. Llegamos a la conclusión de que es preciso romper con el pensamiento productivista (p.39). La tercera parte continúa con la ecología. Al autor le sorprende que en la Declaración Universal de los Derechos Humanos no aparezca la palabra Tierra (a pesar de ello las páginas 83 a 95 la contienen). Prosigue con la ecología y la necesidad de crear un organismo internacional que se ocupe del medio ambiente. La parte quinta habla de la crisis y de las instituciones internacionales. Un par de ideas interesantes sobre la falta de un gobierno mundial y sobre el peligro de la desregulación total. El siguiente apartado se dedica a la construcción de alternativas. Los capítulos finales ahondan en el mismo punto y en la transmisión a futuras generaciones.
No dejo de pensar, tras la lectura del texto, la gran candidez del mismo. Muchos encontrarán –yo entre ellos- que en el mundo actual se han roto las reglas que permiten entender la globalidad con tanta inocencia debido al grado de crueldad con que los gobiernos diversos se emplean contra sus poblaciones indignadas, siendo indistinto el hecho de que hablemos de un país democrático o no, puesto que lo único que diferencia a unos de otros es el grado de violencia desplegado ante las protestas, con la hipocresía añadida de que el mundo occidental acepta de buen grado las protestas en África y Asia y escasamente en sus territorios, como ocurre en España.
También da la impresión de situarse Hessel demasiado cerca de los integrados que diría Umberto Eco (Apocalípticos e integrados ante la cultura de masas), en lugar del lado de los apocalípticos. A veces sería preferible tomar una cierta distancia respecto de los primeros.
Parece que el autor afirma, pero no sé si asume, que estamos ante la primera generación que puede llegar a vivir peor que su predecesora. Hay demasiada confianza y optimismo en el futuro. El mundo no nos está regalando demasiado para ser tan optimistas.
Por otro lado obsesionarse con volver a la Declaración de los Derechos del Hombre no es excesivamente útil debido a los incumplimientos diarios que se observan en todos los países más de cincuenta años después de su proclamación. Es necesario ser muy exigente y avanzar mucho más.
Como conclusión final advertir que los libros de Hessel, ¡Indignaos! y ¡Comprometeos!, quizá sean buenos para saber de dónde venimos pero se quedan bastante cojos cuando nos interrogamos sobre hacia dónde vamos.

viernes, 5 de agosto de 2011

LA HIEDRA Y EL MÁRMOL DE FERNANDO DE VILLENA


La hiedra y el mármol
Fernando de Villena
Ed. Carena, 2009
60 pp.
12 euros



Fernando de Villena (1956), profesor de literatura y escritor no es nuevo en la poesía y son varios los poemarios que ha escrito. La hiedra y el mármol es un variado mosaico de poemas en donde versos rimados y sin rima se suceden. Merece especial atención una de las partes del libro -digo partes aunque no tiene división alguna- en la que el autor se prodiga con los sonetos. Dentro de esta parte imaginaria hay específicamente una subparte dedicada a los meses del año compuesta también de sonetos.


Resalta la exaltación de la naturaleza -probablemente del lugar de su nacimiento, Granada- a la que el autor se dedica en muchas de las composiciones (p.12):


Se demora la tarde en las vidrieras


con balsámico aroma de glicinas


y el jardín se dispone ya al reposo.

Es en estos sonetos donde uno redescubre un cierto clasicismo de las formas. Aún así, encuentra una poesía sin excesos y bastante despojada de recursos estilísticos (p 22).

Y esperar que nos diga la campana


de un pequeño convento muy cercano

que por fin ha llegado nuestro instante.


Y a veces emerge un cierre más que afortunado con toda su fuerza (p.27):

A tu grupa cabalga siempre el cielo


y para recibir tu fiel simiente

tiene el mar preparadas sus entrañas.


Hay también entrañables muestras de cariño y calor de hogar (p.30):

Estáis equivocados. Yo os diré su dolencia:

Ha visto un gris gatito y tenerlo quisiera


para siempre a su lado como al más fiel amigo.
¿Quizá un guiño al pasado, a un deseo irrealizado o revivido o simplemente a un hecho ocurrido y recordado?

Sin embargo De Villena también tiene espacio, en este variopinto poemario, de denunciar lo que cree injusto como en su Contra las guerras (p.31):


Un día llegará en que no haya estados


ni haya rivalidades ni fronteras (…)
Y, a veces, se apercibe de que el paisaje y su huida a él no es suficiente para ocultar la realidad:

Nos salvan los recuerdos,


algún que otro rincón


no hollado todavía por los bárbaros (…)
O cuando se apercibe de su propia derrota (p.33):

(…)¿puedes nombrar como fracaso

tu ya larga existencia?


difícil contestar a esa pregunta;


atroz la aceptación de la derrota.

Y el recuerdo es otro de los temas planteados (p.35):

Vivir en el recuerdo es más hermoso


que esta lucha constante, cotidiana,

contra todo lo feo que nos cerca.

Y el recuerdo se convierte en un asidero. También hay melancolía (p.48):

Es difícil ver como día a día


La vida nos retira sus manzanas.

Y homenajes. Especialmente me gusta su poema dedicado a Rafael Cansinos Asséns que lleva su nombre (p.44).


Y hay también sensaciones de vacío tras un viaje plagado de recuerdos, intentos vanos por encontrar el lugar fuera de las ciudades (p38):
Es hermosa la vida todavía
lejos de las ciudades.

Poemas en los que se constata amor por lo vivido. Amor por lo trascendido convertido en poesía.

lunes, 25 de julio de 2011

DELITO DE SILENCIO DE FEDERICO MAYOR ZARAGOZA



Delito de silencio
Federico Mayor Zaragoza
Ed.Comanegra, 2011
35 pp
3 euros 
Múltiples son las publicaciones que están naciendo al amparo del 15 M y que casi constituyen un tipo de narrativa que podríamos denominar “narrativa de la indignación”. Al libro de Hessel, ¡Indignaos! le han seguido otros como este de Federico Mayor Zaragoza.
Si bien Delito de silencio adopta la apariencia de panfleto por su longitud y por su contenido, es cierto que profundiza un poco más en la raíz de la indignación de lo que lo hace el texto de Hessel y se muestra como algo más que un instrumento de agitpro.
Ambos, sin embargo, tienen un punto de partida común: La declaración universal de los derechos humanos. No es, sin embargo, Delito de silencio, un manual para ponerse en acción, en cambio sí es un inventario sucinto de algunas de las causas para ponerse en acción.
En el prólogo destaca el autor una de las razones por las que ahora tenemos capacidad para indignarnos: poseer la tecnología suficiente para la intercomunicación y el envío de mensajes a cualquier parte del mundo.
El principio de la indignación parte de una tendencia que se ha ido consolidando: la especulación y el reinado del mercado han usurpado el poder a las democracias del mundo que se encuentran a los pies de las oligarquías financieras.
Con un lenguaje relativamente asequible y haciendo acopio de razones, Mayor Zaragoza profundiza en los sentimientos de indignación y propone algunas alternativas. En este sentido el autor da un paso más a la simple constatación de la realidad y a la llamada a la indignación.
El libro de Zaragoza pretende ser una reflexión breve pero atinada de la incapacidad del mundo para seguir una serie de directrices erróneas que nos acabarán llevando al desastre económico,ecológico,cultural y social.
Para la revuelta que propone el autor se alía con S. Hessel para pedir una indignación sin violencia.
Una de las denuncias que hace Mayor Zaragoza es la tendencia a sustituir la autoridad mundial, que son las Naciones Unidas, por grupúsculos de poder llamados G 8 o G 9 o G 20.
También reivindica la necesidad de que los ciudadanos ejerzamos como tales y que no seamos simples súbditos.
Se pregunta Mayor Zaragoza si el mundo tiene arreglo y, a continuación, da una serie de recetas para salir de este caos actual.
El libro termina con un escrito del autor a modo de poema en donde apela a que no guardemos silencio. No seamos cómplices del Delito de silencio.