lunes, 5 de abril de 2010

EL FINAL DE LA CUERDA DE JOSEPH CONRAD


El final de la cuerda
Joseph Conrad
Ed. Funambulista, 2009
Traductora: Isabel Lacruz Bassols
282 pp
20 euros

No había vuelto a leer a Conrad desde mi adolescencia. Recuerdo que llegué a él a través de la recomendación escolar de La línea de sombra. Eran tiempos en los que devoraba a Verne, a Salgari y a London con avidez. Pronto descubrí a Conrad. Así fui leyendo Lord Jim, El agente secreto (en mi edición era El copartícipe secreto), Un vagabundo de las estrellas. Luego conocí la existencia de la genial película de Coppola, Apocalipsis now. De ahí a leer El corazón de las tinieblas faltó un instante. Y sin saber de qué modo lo dejé en ese punto. Hace quizás una veintena de años. Luego descubrí esta pequeña obra que desconocía, El final de la cuerda y me mostré dispuesto a retomar a Conrad, ese mismo autor que tantos ratos de mi adolescencia había cubierto con pasión.

El final de la cuerda no es una obra menor. Sigue el esquema de la novela conradiana en donde la vida transcurre en relación a un lugar –el mar, el río- y a un conflicto. Lo que a los personajes les sucede se precipita en ese mismo lugar. En este caso tenemos un triángulo de personajes que obedecen a intereses contrapuestos. Por un lado, el capitán del barco, Whalley, caballero venido a menos en la época de la Inglaterra colonial. También está Massy, patrón del Sofala y maquinista. Personaje tosco y venido a más gracias a un sorteo de lotería y que desperdicia su vida y su fortuna en lograr un premio mayor. Por último, el segundo, Sterne, lleno de rencor y envidia hacia sus semejantes y deseoso de mandar un navío. La vida de estos tres hombres se precipitará en el barco, el Sofala, mientras éste navega por un río.


La contraposición de los caracteres de los personajes y, sobre todo, el hecho de que los tres son capaces de extraer de sí mismos lo peor o lo mejor según las circunstancias es el hilo narrativo que va tensando la cuerda. Evidentemente, el título de la novela no es casual porque en El final de la cuerda la cuerda acaba tensándose más de la cuenta y rompiéndose.


En un principio, la novela se centra en el capitán Whalley y su vida. Viudo, con una hija casada viviendo en Australia a la cual no ve hace tiempo. Tras sufrir la ruina de su entidad bancaria, pierde todos sus ahorros. Privado de ese colchón para su vejez y a esa edad en que está pensando más en el retiro que en el trabajo, tiene que malvender su navío para hacer frente a las peticiones económicas de su hija. Así, tras la venta de su barco, se embarca en un nuevo navío: el Sofala, en donde aparecen los dos personajes mencionados con anterioridad, Massy y Sterne.


Con una prosa a veces excesivamente descriptiva pero con una destreza notable, Conrad tiene la capacidad de describirnos paisajes y caracteres con la misma soltura. Con unos cuantos párrafos y, sin apenas apercibirnos, nos expone el triángulo que da origen a la novela. El final desata todas las pasiones en la contraposición de los caracteres de los protagonistas.


Buena ocasión para retomar a Conrad si hace tiempo que no se disfruta de su lectura y de ahondar en las pasiones humanas, en las contradicciones que todos llevamos dentro y que en la narración se desatan en un río, como en su muy reconocida El corazón de las tinieblas, mostrándonos que todos llevamos dentro de nosotros al ángel y también al diablo.

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